Cita con las urnas

Los retos de la UE tras el 26-M

Llegar a acuerdos de mayorías suficientes en el Parlamento Europeo será mucho más complicado

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Ruth Ferrero-Turrión

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Muchos son los retos a los que se va a enfrentar la Unión Europea en el nuevo ciclo político que comienza a finales de mayo con las elecciones al Parlamento Europeo. Echando una mirada a los objetivos que se marca la propia institución se observa cómo el toque economicista, que ha liderado todo el proceso de integración, continúa muy presente, mientras que el lado más social sigue entre tinieblas.  Oficialmente, acordar el marco financiero 2021-2027, la reforma de la unión monetaria, el cambio de hora, el 'brexit' y la reforma del asilo son los cinco ejes sobre los que el Parlamento Europeo dice que va a trabajar a lo largo de la próxima legislatura.

Sin embargo, parece claro que los resultados que surjan de la votación del 23-26 de mayo van a generar un terremoto político e institucional de grandes dimensiones. Son estas elecciones, quizá, las más disputadas y controvertidas de las que han tenido lugar hasta la fecha. Sin duda, el resultado de los comicios dará alguna pista sobre cuáles serán las líneas estratégicas de la UE durante los próximos cinco años, y más aún, sobre el futuro de la propia idea europea.

La construcción de la 'Europa Potencia'

Para empezar, la composición de la cámara, los dos grandes grupos políticos del Parlamento Europeo ya no van a poder trabajar como hasta ahora, puesto que no contarán con mayoría suficiente para adoptar decisiones sin consultar a otros grupos. Además, a todas luces la presencia de las fuerzas nacionalpopulistas va a tener un incremento muy sustantivo. De este modo, llegar a acuerdos de mayorías suficientes será mucho más complicado.  Por otro lado, la presencia de mayor diversidad ideológica en la composición del Consejo y la Comisión también harán más necesarios procesos de negociación largos y complicados. Por tanto, primer desafío, la propia gobernabilidad de la UE.

Además de esta cuestión de índole más institucional, existen otros asuntos que, sin ningún género de dudas, estarán en los primeros puestos de la agenda política. El vector unificador de todas ellas será la seguridad. El refuerzo de la Política Europea de Defensa aparece como una de las claves de bóveda, apoyada por la idea de la creación de un ejército europeo y, por tanto, hacia la construcción de una 'Europa potencia'. La Europa de los valores y la Europa social se sitúan en posiciones secundarias. La migración y el asilo será otra de las políticas derivadas hacia el ámbito securitario, todavía de manera más clara que hasta ahora, si cabe. Dado que la gestión de los movimientos humanos en y hacia la UE es uno de los temas más movilizadores políticamente en el seno de las sociedades europeas, y a la luz de las tendencias de militarización, externalización y criminalización criminalización hacia las que se ha orientado hasta la fecha, nada parece indicar un cambio de rumbo, sino todo lo contrario. La imprescindible e inaplazable reforma de la Política de Asilo Común se realizará, alimentada por Alemania y Francia, sobre la amenaza de la desaparición de Schengen.

Votar a la defensiva

Otras cuestiones serán igualmente relevantes. Algunas, como el 'brexit', continuarán en su lánguido e inacabado proceso. Otras, como la defensa del Estado de derecho y la mejora de la calidad democrática, aparecerán tímidamente en función de la correlación de fuerzas existente. Pero, quizá, los retos más importantes a medio y largo plazo queden relegados para tiempos mejores. La lucha contra el cambio climático, el trabajo contra el incremento de las desigualdades en las sociedades europeas o la reflexión en torno a qué tipo de Unión Europea queremos en el mundo serán cuestiones que no se abordarán de una manera pausada y reflexiva, aunque sea donde se juega realmente el futuro de la UE. Sirva como muestra la reciente Cumbre de Sibiu, en la que todos estuvieron de acuerdo en estar de acuerdo, aunque ninguno de ellos sepa cuándo conseguirán alcanzarlo.

Por el momento, parece que nos encontramos ante unas elecciones en las que se votará a la defensiva. Unas elecciones que la clase política ha planteado en términos plebiscitarios sobre el modelo de Europa que quiere la ciudadanía. Pero, como hace unos días planteaba Ivan Krastev, el problema es que los europeos saben que quieren cambios, pero no saben cómo impulsarlos. La desorientación y la incertidumbre del electorado serán dos elementos clave para el análisis poselectoral que se realice de esta consulta. Igual todo cambia para que todo siga igual… o no.