Al contrataque

¿Quién debería ir a la Luna?

Tal vez no sea suficiente con estar física y mentalmente preparado para llegar a según qué lugares, y sea necesario tener el alma preparada

Foto de la Tierra vista encima de la superficie lunar, tomada durante la misión Apollo 8 de 1968.

Foto de la Tierra vista encima de la superficie lunar, tomada durante la misión Apollo 8 de 1968. / NASA

Milena Busquets

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El otro día leí una entrevista al mítico alpinista Reinhold Messner, el primer hombre en llegar a la cumbre del Everest sin ayuda de oxígeno embotellado. Lo logró en 1978 junto a su amigo Peter Habeler cuando todo el mundo afirmaba que era una hazaña inalcanzable.

Reinhold Messner tiene en la actualidad 74 años y conserva el aspecto de aventurero intrépido y romántico de su juventud: la cabeza grande, el pelo salvaje y ensortijado como si siempre estuviese en medio de un huracán, la sonrisa afable, la mirada profunda y sagaz, el mismo collar de cuentas. ¿Por qué la gente tiene tan a menudo pinta de lo que realmente es?

En la entrevista Messner afirmaba que “la mayoría de los que pisan el Everest jamás deberían hacerlo”. Al parecer, en 2018, 802 personas culminaron el Everest, pero solo una lo hizo sin ayuda de oxígeno. La mayoría de los que en la actualidad intentan (y a veces logran) alcanzar la cima del Everest son, según Messner, “turistas”.

Hace unos años, mi tío Oscar, harto de ver las larguísimas colas que se formaban delante de los museos y las aglomeraciones que había en su interior, afirmó medio en broma medio en serio que tal vez la solución (tan radical y brillante como él) era hacer un pequeño examen de dibujo a la entrada. Los que tuviesen alguna idea de perspectiva, trazo o de arte en general, podrían entrar, los otros, no (yo, incapaz de dibujar hasta la más sencilla de las figuras, tendría serias dificultades).

Entiendo que para ciertas personas la cima del Everest o el Museo del Prado sean lugares sagrados a los que solo deberían acceder los que son conscientes de su transcendencia.

Con los libros no existe ese problema, requieren desde el inicio un esfuerzo para ser leídos (nadie puede leerlos por ti, por mucho dinero que tengas) y nos quedamos a las puertas de muchos de ellos. O bien porque al dar los primeros pasos en su interior nos parece que aquello es un feo decorado de cartón piedra o bien porque todavía no estamos listos para ese esfuerzo y el libro nos cierra la puerta en las narices diciendo: “Anda, vete a dar una vuelta por ahí y regresa cuando estés a la altura”.

Tal vez no sea suficiente con estar física y mentalmente preparado para llegar a la cima del Everest, tal vez haya que tener el alma preparada para llegar a la cima del mundo. Y para entrar en ciertos museos o pisar ciertos lugares.

Lo siguiente será la Luna. La NASA ha afirmado que los viajes de turistas tienen mucho potencial y que están estudiando el tema, y algunos millonarios ya han manifestado su interés y disponibilidad. A ver quién es el primer cretino en pisar la Luna.