El conflicto palestino-israelí

La Nakba continuada

El pueblo palestino conmemora el 15 de mayo la expulsión de más de 750.000 palestinos en el marco de la creación del Estado de Israel

Comercios cerrados en la Ciudad Vieja en Jerusalén durante la huelga general de este martes, que conmemora el 70 aniversario de la Nakba.

Comercios cerrados en la Ciudad Vieja en Jerusalén durante la huelga general de este martes, que conmemora el 70 aniversario de la Nakba. / HAZEM BADER

Itxaso Domínguez

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El pueblo palestino conmemora el Día de la Nakba el 15 de mayo. El término designa la expulsión de más de 750.000 palestinos en el marco de la creación del Estado de Israel. El concepto apunta también a la denominada ‘Nakba continuada’, conjunto de mecanismos y dinámicas de desposesión de distintos grupos de palestinos. El 71º aniversario evoca no solo el origen colonial del conflicto, sino también qué cuestiones será necesario abordar para llegar a una solución justa y exhaustiva al conflicto palestino-israelí. El debate intelectual se plantea en términos de uno o dos Estados -cuando la realidad es de una única soberanía sobre un territorio-. Debería centrarse en dar una respuesta justa a las reivindicaciones del conjunto de autóctonos en la Palestina histórica.

El proceso de paz se contenta con ‘gestionar’ y, por ende, perpetuar el conflicto. Ninguna solución definitiva es hoy atractiva para Tel Aviv, que se aferrará al 'statu quo' hasta que este sea oneroso para el gobierno, su población y sus aliados. Gaza representa una alegoría: ‘ahogar sin estrangular’. La reciente escalada fue frenada por una tregua precipitada, en vista de la celebración del festival de Eurovisión estival de Eurovisiónla semana en que el pueblo palestino conmemora su catástrofe. Las concesiones a la población gazatí fueron, como de costumbre, simbólicas y susceptibles de ser retiradas de inmediato. Ni una mención al levantamiento del bloqueo.

Intereses estratégicos

No gana solo Israel, sino también los representantes palestinos con legitimidad erosionada que desdeñan la unidad nacional: un cada vez más enrocado Hamás y una cada vez más autocrática Autoridad Palestina. Ganan también las fuerzas reaccionarias de la región: custodian un equilibrio de poder que hasta ahora les ha garantizado una cierta estabilidad y les permite centrarse en intereses estratégicos prioritarios, algunos de los cuales convergen con los de Israel.

El ‘Acuerdo del Siglo’ verá la luz tras el Ramadán, tras retrasos para adaptarse al adagio marcado por Netanyahu y las necesidades de la Administración de Trump. Las prórrogas han servido para tomar el pulso a las calles y capitales árabes, destinadas a, respectivamente, tolerar y financiar el acuerdo. Algunos parámetros ambicionan ser hechos consumados sin pasar por la mesa de negociación: Jerusalén como capital de Israel, negación de la condición de refugiado palestinoreconocimiento de la anexión de territorios ocupadosanexión  y humanitarización del conflicto.

La Unión Europea se jacta de representar una alternativa, pero su estrategia ha alimentado el 'statu quo' durante décadas. El punto de partida y única dimensión de su postura lo representa la ocupación pos-67, impertérritos ante el presente y futuro del resto de palestinos. El cambio de paradigma es evidente, a pesar de los esfuerzos por silenciarlo del Ejecutivo en Ramala financiado por la comunidad internacional. Bruselas se escuda, mientras, en su cacofonía interna para justificar una equidistancia que desdeña la injusticia histórica no reconocida que evoca el Día de la Nakba.