Las elecciones locales
Una escuela de democracia
Debe recordarse y valorar a quienes pusieron hace 40 años las piedras de los nuevos consistorios, por fin democráticos
Jesús López-Medel
Abogado del Estado. Expresidente de la Comisión Derechos Humanos y Democracia de la OSCE.
Pregón con cornetilla: «Es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde». No es de Rousseau o de Andreu Buenafuente esta reflexión aguda, sino de aquel que se emocionaba con un campo de alcachofas y aseveraba patriota que «España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles». Echamos de menos (solo en estas cosas) a Mariano, a quien su heredero y su predecesor, le echan la culpa de su propio fracaso.
Hace 40 años fueron las primeras elecciones locales y en breve volveremos a las urnas para elegir los concejales que son los que verdad eligen al alcalde. Es significativo que sea ahora el mismo escenario que hace 40 años (1979) cuando a unos comicios generales le sucedieron un mes después elecciones municipales.
En aquel tiempo, había dos partidos con un gran número de escaños, la UCD de Adolfo Suárez (no confundirle con su hijo) que repitió victoria tras 1977 y el PSOE de Felipe González. No era, pues, la atomización actual que es más reflejo de pluralismo. De ahí nuestra nula cultura (a diferencia de otros países) de gobiernos de coalición. Lo que le pasa al PSOE ahora. Se llama yoísmo.
Esos comicios locales de 1979 eran los primeros en los que se elegía el poder más cercano a los ciudadanos, siendo los ayuntamientos la puerta de entrada de los ciudadanos en la Administración y escuela de democracia. Indudable es que desde allí se aborda lo que nos afecta cotidianamente: la limpieza y la luz en las calles, el agua, el ruido, el urbanismo... Es la ordenación más básica de la convivencia cívica.
Por vez primera, los ciudadanos elegimos los alcaldes que hasta entonces, durante el franquismo, eran designados por el gobernador civil que era, al tiempo, jefe provincial del Movimiento. Esta figura, la del gobernador civil, sería suprimida llegado Aznar al Gobierno en 1996, no por gusto sino como exigencia de los nacionalistas catalanes. Estos se aseguraron para Catalunya con ese recién estrenado presidente ávido de poder, el mayor número de concesiones de Madrid en su historia como para que ahora vaya de condenador de los padres ideológicos de los actuales soberanistas.
Debe recordarse y valorar a quienes pusieron hace 40 años las piedras para los nuevos consistorios, por fin democráticos. Muchísimos olvidados pero que empezaron a hacer ciudad desde el dialogo en la mayoría de casos. El PSOE alcanzaría la alcaldía en 23 capitales de provincia y UCD, en 20. En el primer caso con el apoyo del PCE (ahora parece que Podemos lo dibujan con rabo y tridente) y en el segundo, con el sostén de AP (al nivel de igual derechismo que el PP actual de Casado).
Son los ayuntamientos más personalistas que otras instituciones. Por eso, nos quedan apenas los nombres de máximos regidores que en 1979 fueron la palanca del cambio con un PSOE abrumador en 1982. Así Enrique Tierno en Madrid, Narcís Serra en Barcelona (sustituido por Pascual Maragall después) o el socialista jurídico militar y de misa diaria Sainz de Baranda en Zaragoza.
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