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El Barça, del cielo a la hoguera

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Mónica Marchante

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La estrepitosa caída del Barça ha desatado un río de lava que arrasa por donde va. Mientras escribo con el sonido de Anfield aún en mi cabeza, escucho voces que ya sitúan a Griezmann en el Barça, dan por finiquitado a Valverde, entierran a Rakitic aprovechando su desafortunada foto en la feria de Sevilla y  hasta llaman fracasado a Leo Messi. Laporta aprovecha y pide elecciones.

Qué cerca tuvieron muchos de los pirómanos el espíritu de Anfield, y qué poco aprendieron de la filosofía del “you’ll  never walk alone”…

Nada más terminar el Barça-Manchester escuché asombrada una sentencia en el palco: “Hasta aquí hemos llegado. El Liverpool es un equipazo”, me dijo un importante interlocutor. Me sorprendió aquel temor, que vinculé al 'descalabro romano' y al tradicional catastrofismo 'culé',  pero más aún la euforia que se desató tras el primer choque.

Leer los partidos desde el resultado es un grave error. Acostumbrado a colgarse de las botas de Leo Messi, y viendo que el capitán resolvía  el primer asalto con dos golazos, muchos interpretaron que Valverde había leído perfectamente el partido y que este Barça versátil sabía acomodarse a otro fútbol cuando las exigencias así lo requerían.

Me pregunto si los propios jugadores se creerían esa milonga, pese a haber sufrido  un repaso durante gran parte del partido, que los de Klopp no supieron traducir en gol. Pero, ¿por qué eligió Valverde a los mismos 11 para  Anfield?

¿No vio más sólido al equipo con el 4-4-2 tras la entrada de Semedo?

El Barça de Liverpool fue el del “hasta aquí hemos llegado”. Y ahora toca entender porqué. Pero no es lógico pasar en dos días de la gloria  a la hoguera. El Valverde a quien el Barça renovó es el mismo que cayó en Roma, el que cayó a 11 minutos de la prórroga hacia la final y el que lleva dos Ligas en dos temporadas más una copa y otra que podría ser.

Lo que no es lo mismo es la edad de algunos jugadores básicos como Busquets, ni han rendido igual Coutinho y Dembélé que Neymar. Ni Arthur es Xavi ni Iniesta.

Ni a Messi es justo pedirle aún más.

La tentación de quemarlo todo es recurrente, pero no es inteligente. Xavi será entrenador y puede que de los buenos. Pero aún no se ha desatado ni las botas. El Barça debería retomar su doblete y procurar que el año que viene Messi no tenga que caminar solo tan a menudo.