Las opciones de Casado
Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
Astrid Barrio
Desde la última vez que Pablo Casado acudió a la Moncloa ha llovido mucho. Fue el 2 de agosto, pocos días después de estrenar el cargo como presidente del PP y apenas trascurridos dos meses desde moción de censura que había encumbrado a Pedro Sánchez. Pese a que el PP había sido desalojado del poder seguía siendo el primer partido en el Congreso y gozaba de una amplia mayoría en el Senado y Casado se sentía reforzado tras haberse impuestos en el proceso interno a las poderosas Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, la primera pieza fundamental del gobierno de Mariano Rajoy y la segunda pieza fundamental del partido como secretaria general.
A la reunión de este lunes, en cambio, Casado llegaba en horas bajas. Su partido obtuvo el 28-A el peor resultado de su historia: perdió más de tres millones y medio de votos, del 33 por ciento de los votos pasó al 16 y de 137 escaños ha retrocedido a 66, además de ver como su holgada mayoría en el Senado se volatilizaba. En un contexto de división del espacio de derecha a causa de la aparición de Vox y de la presencia de Ciudadanos su estrategia de radicalización no ha dado los frutos deseados y no ha conseguido detener fugas de votos hacia casi todos los lados. Más de un millón y medio hacia Vox, más de un millón trescientos mil hacia Ciudadanos, que ha quedado a escasos 220.000 votos de los populares e incluso casi 350.00 hacia el PSOE. Las críticas no se han hecho esperar y apuntan como culpable a la excesiva derechización que ha imprimido Casado. De repente el PP parece haber recordado que en España las elecciones se ganan en el centro. Y es ahí donde se siguen ganando.
En estas circunstancias el PP aspira a recuperar parte del terreno perdido y vuelve a iniciar el viaje a centro. Casado en su reunión con Sánchez ha abandonado el tono bronco que ha caracterizado toda la campaña y ha recuperado el tono más institucional con el objetivo de ser ungido como líder de la oposición, un puesto que le pertenece por derecho propio pero que va a muy disputado por parte de Ciudadanos por la cercanía en sus resultados electorales. Esta rivalidad explica porque el PP está tratando de empujar al partido naranja en brazos del PSOE para que garantice la investidura y la gobernabilidad. Pero si de lo que se trata es de recuperar el centro el PP tendría que valorar si entregárselo en exclusiva a Ciudadanos es la mejor estrategia o si no sería más útil una actitud cooperativa con el PSOE, por ejemplo, ofreciendo una abstención responsable en la investidura para evitarle la dependencia de los partidos independentistas.
De momento esta posibilidad, al igual que el apoyo de Ciudadanos al PSOE, parecen descartados pero no hay que olvidar que seguimos en campaña, que los partidos siguen con sus puestas en escena y que no será hasta después de las elecciones autonómicas y municipales del 26 de mayo, cuando conozcan todas sus carta, que sus estrategias y sus políticas de pactos se acabarán decantando.
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