La batalla de Barcelona

Más que ganar, sumar

Todos los partidos saben que gobernar en solitario es misión imposible y a la ciudad tampoco le conviene

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Eva Arderius

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Dos cosas que no debería leer Ada Colau antes de la campaña para no preocuparse demasiado. La primera: la evolución de las últimas elecciones municipales. En el 2007 ganó el PSC, en el 2011 CiU, en el 2015 Barcelona en Comú y ahora los sondeos apuntan que será ERC. Parece que los barceloneses han perdido la fidelidad de otros tiempos. La segunda cosa que podría preocupar a la alcaldesa es que los electores castigan, como hicieron con Jordi Hereu y Xavier Trias, a los gobiernos en minoría.

La hemeroteca municipal está llena de noticias sobre los duros encontronazos que en el 2007 mantenían el alcalde Hereu y Trias, en aquel momento líder de la oposición. El PSC gobernaba con ICV pero sin llegar a los 21 concejales y la oposición le recordaba constantemente que aunque fuera alcalde no podía hacer lo que le daba la gana. Cuando en 2011 se cambiaron los papeles, el alcalde Trias no tuvo más remedio que admitir que con 14 concejales las cosas no serían fáciles y tuvo que pactar y pactar con todo el espectro político y dejar algunos de sus proyectos estrella en el cajón. Ni para Hereu ni para Trias hubo reelección. Seguro que había más motivos para entender su derrota en las urnas, pero el desgaste de liderar gobiernos sin mayoría seguro que tuvo mucho que ver.

La necesidad de pactos hace muy difícil el relato de los alcaldables durante una campaña decisiva

Colau ya sabe lo que es esto. Conoce el desgaste que supone gobernar con solo 11 de los 41 concejales que tiene el Ayuntamiento de Barcelona. Después de un mandato especialmente difícil, no quiere volver a pasar por lo mismo, por eso ha sido la primera en proponer un pacto estable a ERC y al PSC. Justo antes que empiece la campaña.

Colau quiere liderar las alianzas y con esto la alcaldesa acierta porque estas elecciones municipales no van de quién gana, sino de qué sumas se podrán hacer. Todos los partidos son conscientes de que gobernar en solitario es misión imposible y a la ciudad tampoco le conviene.

La necesidad de pactos pone muy difícil el relato de los alcaldables durante una campaña decisiva, especialmente a los partidos que, como ERC o el PSC, podrían tejer diferentes alianzas. Si los resultados les acompañan podrán intentar aglutinar a las izquierdas o bien apuntalar el independentismo o el constitucionalismo en el caso de los socialistas. Con este escenario, los partidos tendrán que hacer auténticos equilibrios para atacar a sus rivales sin cerrarse puertas. Nadie quiere poner unas líneas rojas que después tendrá que cruzar. Esto también lo aprendió Colau, que en la última campaña calificó de mafia a quien después sería su socio de gobierno.

Pero los electores tienen derecho a saber dónde irá su voto en caso de pactos de gobierno. Con quién sí y con quién no. Si los partidos están dispuestos a romper bloques, derecha e izquierda u olvidarse del eje nacional. Después veremos los resultados y cómo acaban las negociaciones que serán complicadas. El nuevo gobierno de Barcelona probablemente será cosa de tres y esto quiere decir que habrá que superar incluso las malas relaciones personales. A los que de entrada no tengan ni posibles alianzas ni capacidad negociadora la vara de alcalde les queda francamente lejos.