¿El voto de las mujeres? Nosotras no somos un colectivo

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Gemma Altell

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Reflexionar sobre el voto de las mujeres el 28-A merece diversas consideraciones. En primer lugar llama la atención la gran dificultad para encontrar datos desagregados por sexos, es decir, votos de mujeres y de hombres. Tanto en referencia a la participación como a los partidos votados. En un momento en el que el feminismo ha tomado protagonismo mediático es bastante difícil  entender por qué no resulta fundamental en los análisis interpretar el voto con perspectiva de género. Sí hemos encontrado diversos sondeos que hablaban del futurible/hipotético voto de las mujeres en un afán de los diferentes partidos por recabar votos allí donde estén. Sin embargo, una vez acaecidos los comicios, parece que no es tan relevante conocer este análisis de género; una vez más, las mujeres podemos haber sido un instrumento a manos de los partidos políticos pero no un objetivo real que pretenda transformar la sociedad en clave feminista.

Dicho esto y, en segundo lugar, no parece casualidad el giro a la izquierda -con matices- que se ha producido en España y en Catalunya. La defensa de las políticas de igualdad -entendiendo en profundidad lo que significa el feminismo incluso cuando no estaba de moda- solo ha sido impulsada en este país por los partidos de izquierdas. El PSOE fue pionero en su momento con la ley de violencia de género o el matrimonio homosexual entre otras medidas. Unidas Podemos lleva el feminismo en su ADN y este es transversal a todas sus propuestas políticas; tanto es así que -aunque hemos visto un Pablo Iglesias con una actitud positiva, dialogante y feminista durante la campaña- los egos y luchas de machirulos en etapas anteriores le han pasado factura: sus votantes, mayoritariamente feministas (hombres y mujeres), no han perdonado fácilmente las exhibiciones de testosterona anteriores. También ERC en Catalunya ha impulsado -cuando ha tenido ocasión- propuestas feministas en sus políticas.

Sin embargo -y en tercer lugar- es importante remarcar un concepto que a menudo pasa desapercibido: las mujeres no somos un colectivo; igual que no lo son los hombres. Las mujeres somos la mitad de la población y, por consiguiente, la mitad del electorado. Entiendo que el voto feminista -que no femenino- se ha concentrado en los partidos de izquierdas pero no todas las mujeres somos feministas ni tenemos la misma situación vital en relación a nuestros privilegios vitales. No es lo mismo ser heterosexual que ser lesbiana, no es lo mismo ser migrante, tener estudios universitarios, tener una discapacidad o un empleo precario. En cada una de nosotras pueden cruzarse distintos ejes de discriminación o privilegio que, sin duda, condicionarán nuestro voto. El invento de Ciudadanos del “feminismo liberal” por ejemplo, no tiene en cuenta esa diversidad de las mujeres pero es altamente probable que muchas mujeres hayan votado esta opción; porque es posible que, para muchas de ellas algunas situaciones vitales que tienen que ver con la igualdad puedan ser resueltas a través de dinero, de pagar servicios que asumen otras mujeres más precarizadas, por ejemplo. Hablamos de cuestiones como la conciliación personal y familiar, por ejemplo, y que no requieran una lucha feminista. De la misma forma que el PP, con su propuesta en campaña de volver a la ley anterior sobre el aborto, puede perder el voto de algunas mujeres pero otras pueden no sentirse interpeladas: si hay capacidad económica siempre se puede abortar, en España o fuera de España. Esta suele ser la hipocresía de la derecha, legislar restringiendo los derechos de las mujeres, controlar sus vidas y sus cuerpos pero esas restricciones no suelen afectar tanto a muchas de sus votantes porque la situación económicamente acomodada es clave para vivir en libertad y disfrutar de los privilegios. De Vox sobra hablar. De momento está neutralizada la misoginia pero, sin duda,  tanto el PP como Ciudadanos han perdido una parte del voto femenino por acercarse a Vox. Afortunadamente algunos consensos entre las mujeres son ya incuestionables en el 2019.

Pero para avanzar en derechos e igualdad el feminismo debe ser necesariamente de izquierdas. Este es el feminismo actual y el que va a venir. Encabezar un gobierno feminista significa desarrollar políticas de izquierdas y ello implica -entre otras cosas- ser sensible a la diversidad de las mujeres. Es muy posible que el PSOE haya recibido votos prestados, de mujeres y de hombres; esperemos que estén a la altura y gobiernen para todas.