Análisis

Diferenciar rama, hoja y manzana

Vivimos en una sociedad urbanizada que no se exclama cuando alguien dice haber inventado la economía circular al recuperar los excrementos de los animales para alimentar las plantas

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Gustavo Duch

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Fue muy reveladora la proyección del capítulo dedicado a la agricultura de la serie documental ‘Soñar el Futuro’ que organizamos desde la revista 'Soberanía Alimentaria' junto con el CCCB, en el marco del ciclo Alimentum. Al final de la misma percibí tranquilidad en el semejante de una parte del público que llenó la sala.

La pregunta que inicialmente quería responder el documental, en el futuro ¿se podrá alimentar una población creciente en un escenario de menos recursos? quedó positivamente despejada teniendo en cuenta los avances tecnológicos y científicos que en

el campo de la agricultura no dejan de surgir y que ya se conoce como agricultura 3.0.

El documental defiende propuestas como por ejemplo la agricultura vertical en las ciudades en base a la construcción de edificios exclusivamente dedicados al cultivo de pequeñas hortalizas. Con un ambiente totalmente protegido se evitan riesgos de plaga, con la programación de luces led se mejoran los rendimientos que tendrían estos cultivos expuestos a la luz solar y en lugar de crecer sobre tierra crecerían con la técnica hidropónica, que permite administrar los nutrientes necesarios. No dice nada el documental sobre cómo conseguir dichos nutrientes. Para asegurar proteína animal, otro de los ejemplos expuestos es la construcción de edificios acristalados donde se combina la cría de peces en depósitos ubicados en el sótano con la de vegetales en la planta.

Con un sistema de bombeo y filtros, el agua donde nadan los peces alimenta a los vegetales. El documental se cierra con la explicación del uso de drones y tractores robotizados movidos a partir de datos vía satélite y de sensores. Unos robots al estilo de R2D2 de 'La guerra de las galaxias' recorre un huerto cazando con un brazo articulado orugas entre las coles que luego deposita en un triturador con un final poco feliz para el gusano.

Y unos investigadores muestran otros robots que están perfeccionando para diferenciar en un campo de manzanos lo que es una rama de lo que es una hoja de lo que es una manzana. En unos pocos años, dicen, el robot saldrá él solo a por la cosecha. Por eso digo que fue una proyección muy reveladora.

El grado de tranquilidad que percibí fue directamente proporcional a mi asombro. Nuestra sociedad está deseosa de respuestas fáciles por inverosímiles que parezcan. La tecnología, que no rehúso, goza de un prestigio tal que se la financia con ingentes cantidades de recursos económicos para avanzar en las respuestas más innecesarias.

Nuestros cerebros están tan formateados que no les queda ni una pizca de sentido común y todavía menos de sentido rural. Me gustaría que me ayudaran a entender por qué nos dejamos engañar. Yo no salgo de mi asombro.

Vivimos en una sociedad urbanizada que no se exclama cuando uno de los tipos listos del documental dice haber inventado la ‘economía circular’ al recuperar los excrementos de los animales para alimentar las plantas. La agricultura 3.0 ha descubierto el estiércol.