Realidad afectiva

Aún no hemos resuelto los derechos y deberes de los padres y de las madres afines, pero ya tenemos que pensar en los divorcios en las familias enlazadas

Unos padres llevan a sus niños al colegio.

Unos padres llevan a sus niños al colegio. / periodico

Jenn Díaz

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Un matrimonio. Dos hijas. Una separación. Hasta aquí, una historia mil veces vivida por tantos. Pero con una excepción: tras el divorcio, la madre confiesa que la primera hija no es del que hasta entonces había creído ser su padre. Con la genética como arma, intenta que el padre no biológico no tenga régimen de visitas. El caso llega al Tribunal Supremo y el Tribunal Supremo dicta que, pese a que no es el padre biológico, hay un lazo de afectividad que está por encima de todo. Que el hecho de que el padre no sea el padre biológico no es incompatible con la realidad efectiva de la menor, con el afecto familiar, que es superior a los lazos biológicos. Que el bien común va más allá de la genética.

Y de este caso excepcional surge un precedente muy importante para nosotras, las familias enlazadas. Porque el relato principal de lo que consideramos familia está siempre muy ligado a los vínculos biológicos, y la diversidad familiar viene a desmentir algunos de sus mitos más arraigados en nuestra cultura familiar, lo que la sociedad ha entendido siempre como núcleo familiar.

La realidad afectiva nos ampara a muchas que convivimos con menores que no tienen nuestros apellidos. En nuestro caso no hay un desencuentro, no hay un engaño: no nos hemos creído padres ni madres biológicas en ningún momento, y hemos jugado sabiendo cuáles son las reglas y cuáles son nuestras cartas. Y aunque el caso no es asimilable para las enlazadas, sí es cierto que el término nos da esperanza. Muchos de los artículos que se escriben sobre maternidad afín parten de la mejor de las situaciones: la familia está, digámoslo así, en la segunda pantalla. ¿Qué pasa cuando las familias enlazadas también se divorcian, y se divorcian de todos los miembros de la familia?

Aún no hemos resuelto los derechos y deberes de los padres y de las madres afines, pero ya tenemos que pensar en el siguiente paso: la realidad afectiva a las buenas, y la realidad afectiva a las malas. Existe, y es tan o más importante que la genética.