Después del 28-A

Alianza ERC-Podemos con incógnita

Gabriel Rufián, a su llegada al Tribunal Supremo

Gabriel Rufián, a su llegada al Tribunal Supremo / periodico

Xavier Bru de Sala

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Una cosa son los votos y otra las sumas. A veces las matemáticas parlamentarias te dan mucho más peso político del que se desprende de los votos. O viceversa, un gran resultado en las urnas es convertido en irrisorio por las matemáticas.

La incontestable victoria independentista en las generales está mucho más cerca del segundo caso que del primero. 22 diputados sobre 48 son muchos más de lo que han obtenido los partidos nacionalistas en este periodo democrático. Si añadimos los siete soberanistas de En Común-Podem, la proporción de escaños catalanes rebeldes llega al 60%. Al otro lado, la suma de los tres espectros contrarios al diálogo obtiene tan sólo el 15% de la representación catalana en el Congreso.

22 diputados son muchos, muchísimos, pero a la hora de la verdad, que es la que cuenta, 22 valen por 2. Son los que necesitará Pedro Sánchez para llegar a los confortables 176 de la mayoría absoluta. Una vez pescados los 42 de Podemos, los seis del PNV, los dos canarios y el valenciano de Compromís, aun faltan 2. Ni uno más. Este es el valor real del independentismo en el Congreso de los Diputados.

Sopesada la realidad con toda precisión, las llamadas a la concordia y la armonía universal hispana no son sino musiquilla de organillo, más sádica que ingenua. Visto el ínfimo peso práctico de su contundente victoria electoral, y dado que en política implorar es aún peor que llorar, a ERC le queda una opción: entenderse con Podemos, y si es posible con el PNV. Si las mociones, por ejemplo a favor de un indulto, recibieran el apoyo de Pablo Iglesias y los nacionalistas vascos, obtendrían más de setenta votos y podrían inclinar al PSOE a transaccionar.

155, más lejos

Las generales alejan el 155 pero no acercan ningún acuerdo de resolución del conflicto. Lo máximo que se podría obtener es el final a la represión acompañado de pequeñas concesiones en financiación y en inversiones, no un paquete de competencias y aún menos el famoso referéndum. Al contrario de lo que predicaban desde JuntsxCat la misma noche electoral, sin el independentismo catalán España no es ingobernable. Cuando el gran peso no pasa de modesta torna es mejor no hacerse demasiadas ilusiones.

Lo que está por ver es la correlación en Catalunya de esta alianza en el Congreso. ERC y los comunes no suman en el Parlament ni sumarán en el Ayuntamiento de Barcelona. Tanto a un lado como al otro de la plaza de Sant Jaume, corresponde a los post convergentes y asimilados de Puigdemont decidir si quieren incorporarse, pasando de la hegemonía a la minoría y de la derecha al centro izquierda, o prefieren mantenerse en la pureza y ceder el puesto al PSC.

Ahora que el PDECat ha sido casi barrido a favor Puigdemont, en Waterloo deberán decidir: o pagar el precio del apoyo de los comunes para alargar la legislatura y convertir así el presidente Torra en un muñeco movido por hilos poco espriuanos, o avenirse a convocar elecciones y perder de entrada la presidencia y de salida quizás cualquier despacho de poder en la Generalitat y en las principales ciudades de Cataluña. 100% de pureza y 0% a la hora pintar algo, si no es al òleo.