ANÁLISIS

Tras la cortina del crisantemo

Una mujer sigue por televisión la ceremonia de abdicación de Akihito, este martes en Tokio.

Una mujer sigue por televisión la ceremonia de abdicación de Akihito, este martes en Tokio. / periodico

Guillermo Martínez Taberner

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En una de la ciudades más futuristas del mundo, Tokio, reside una de las instituciones más antiguas de la historia global, la familia imperial japonesa. Como tendremos ocasión de comprobar a partir de esta semana, la monarquía más antigua del mundo sigue anclada en el país mediante la Constitución, el apoyo popular y, también, las creencias y ritos shintoistas. Comenzando con la entrega por parte del emperador Akihito de los símbolos imperiales que recibirá el príncipe heredero Naruhito según el rito senso, se da inicio a una serie de ritos y celebraciones oficiales que terminarán en otoño de este mismo año con el 'daijosai', una ceremonia en la que el ya emperador Naruhito ofrecerá arroz y otras ofrendas a la diosa del sol Amaterasu.

El inicio de este proceso de entronización pone fin la era Heisei y da comienzo a la era Reiwa. Las eras imperiales son un referencia tanto en el día a día del pueblo japonés, a través de nuevos calendarios o formularios administrativos, como para la narración del discurrir histórico del país. Ahora bien, las eras imperiales solo adquieren significación histórica conforme transcurren y no al inicio de las mismas. Por ejemplo, la denominada era Showa significaba "paz ilustrada", pero incluyó también el período que llevó a Japón a la segunda guerra mundial. En el caso de la era Heisei o "culminación de la paz" que ahora se cierra con la abdicación de Akihito, podemos hablar de una etapa marcada por las consecuencias de una economía madura amenazada por crecimientos económicos débiles, la búsqueda de un nuevo rol internacional y aproximación a los países del entorno, la emergencia de Japón como superpotencia cultural o, también, la progresiva erosión de la "cortina de crisantemo".

Siguiendo con esta última metáfora sobre el tratamiento que los medios de comunicación y los poderes fácticos hacían sobre la institución imperial, podemos decir que la cortina ha ido cayendo. Y lo que ha ocurrido como consecuencia es que se ha descubierto que la familia imperial es un reflejo de la realidad de la sociedad japonesa. El rampante envejecimiento de la población obliga a decisiones sin precedentes próximos: la avanzada edad del emperador ha forzado su abdicación, como en otro plano de cosas la necesidad de mano de obra en edad de trabajar obligará al uso intensivo de robots o a aceptar nuevas cuotas de inmigración. En general, si el papel de la mujer no se equipara al del hombre en todos los ámbitos de la sociedad, esto puede generar problemas anacrónicos como el de la necesidad de garantizar un heredero varón. Asimismo, en la obligada búsqueda de un nuevo papel internacional, una generación con experiencia y vínculos internacionales será clave en el futuro inmediato del país y, en este sentido, el nuevo emperador es un activo tanto para la proyección exterior de Japón como para el futuro de la institución.

Un tiempo nuevo

Naruhito es un hombre de un nuevo tiempo, no tan solo por haber nacido después del final de la segunda guerra mundial. Se ha formado universitariamente como historiador en Tokyo y durante dos años en Oxford, experiencia sobre la que siempre ha expresado su grato recuerdo. Pero es la experiencia acumulada a nivel de representación internacional, en la superación de la presión social por la cuestión de la imposibilidad de ofrecer un heredero varón al trono, en su involucración en temas de incidencia global como el cambio climático o en su intento de ejemplificar el papel activo del hombre en la educación de la familia... lo que puede contribuir a mantener a la institución imperial fuera de las grandes tensiones que amenazan a Japón.

Un lugar común para describir al "país del sol naciente" es que se trata de una combinación de tradición y modernidad. Lo cierto es que para describir al Japón actual sería más adecuado hacer referencia a las tensiones constantes entre la necesidad de cambios sustanciales y las fuerzas conservadoras. Unas tensiones similares a las que en muchos casos pueden acabar afectando a los países europeos en el medio plazo, por lo que Japón en cierta manera está recorriendo un camino cuya experiencia puede servir de referencia.

Conocer cómo el reto del rampante envejecimiento de la sociedad y la pérdida de población en edad de trabajar se combatirá mediante la incorporación de robots en la economía productiva y de servicios, pero también con cambios en las políticas de inmigración. Observar cómo, más por necesidad que por convicción de toda la sociedad, la mujer japonesa irá rompiendo el techo de cristal en el ámbito público y cuestionando las visiones conservadoras. O descubrir cómo el país es capaz de resituarse internacionalmente ante la consolidación del ascenso de China como potencia global, son algunas de las muchas tensiones compartidas en las que Japón puede servir de referencia en esta nueva era Reiwa.

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