Análisis

Lo que queda por hacer

El nuevo Gobierno debería tener la valentía de enfrentarse al menos a lo urgente, sistémico e importante

Pablo Casado y Pedro Sánchez, en el debate de RTVE.

Pablo Casado y Pedro Sánchez, en el debate de RTVE. / periodico

Antonio Argandoña

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¿Ha influido la economía en las elecciones recientes? En los debates y discursos, se ha hablado mucho de variables económicas, pero me parece que no hemos votado teniendo ante nuestros ojos los problemas económicos. La economía lleva una temporada larga de crecimiento y creación de empleo, que significa ingresos para las familias y

confianza en el futuro próximo.

Es verdad, que el crecimiento va perdiendo ritmo, pero no se puede decir que estemos a las puertas de un retroceso, y menos aún de una recesión (pero toquemos madera, por si acaso, que los economistas nos equivocamos mucho cuando hacemos predicciones). Hay crédito para comprar casas y bienes de consumo, las empresas funcionan… Las empresas funcionan, casi todas, sin novedad...

Por eso los temas centrales de la campaña electoral no han sido económicos. Bueno, se ha hablado mucho de economía, pero de “cosas que mi partido dice que hará en este campo”, no de los “problemas” de la economía española. Esos problemas son importantes, necesitan acciones urgentes, pero… como la economía sigue marchando,

esas cuestiones se han quedado en un segundo plano: se habla de subir o bajar los impuestos, como si se hablase de abrir o cerrar la luz, no porque haya problemas importantes ligados a los impuestos.

Pero esos problemas existen, son importantes, y algunos urgentes. Pero no son problemas que se puedan poner sobre la mesa en un debate electoral. Los partidos no quieren meter los pies en ese charco. Son problemas que nos afectan a todos, y mucho, pero no se pueden arreglar con recetas “sencillas”, como subir o bajar los impuestos (por cierto, ¿qué impuestos, en qué porcentajes, sobre quiénes recaerán las cargas o los beneficios, qué efectos tendrá esto sobre el crecimiento de la economía, y sobre el déficit público, y sobre la deuda que vamos a dejar a nuestros hijos…? Ya se ve que en los debates no se ha “hablado” de impuestos).

Pensemos, por ejemplo, en las pensiones. Las cifras muestran que, tal como está la legislación actual y tal como se presenta la evolución demográfica, el sistema no se aguanta por sí solo. Las preguntas que hay que hacerse son complejas: un verdadero lodazal político. Porque no se puede resolver el problema de las pensiones independientemente del de la creación de empleo –de jóvenes y de mayores, es decir, de continuidad en el puesto de trabajo más allá de los cincuenta y pico con que ahora estamos jubilando anticipadamente. Y esto nos lleva a la estructura del mercado de trabajo: dualidad, contratos, costes de despido, mecanismos de contratación, papel de los sindicatos… Y a la formación: universitaria y formación profesional que, claro, remiten a la ESO, y esta a la primaria, y enlaza con la conciliación trabajo-familia, y con la formación de los profesores, y con la política de enseñanza…

Pensiones e impuestos

Las pensiones, claro, remiten también a los impuestos, y ya no se trata solo de si bajamos o subimos algunos de ellos. ¿Cuánto hay que recaudar para hacer posible no solo las pensiones, sino todo lo demás: la innovación, la enseñanza, las infraestructuras, todo el estado del bienestar…? ¿Qué tipo de impuestos, con qué prioridades, a quién beneficiarán y a quién perjudicarán, en el corto, medio y largo plazo? ¿Y qué pasa si no hay ingresos suficientes? ¿Y cómo se reparte eso entre Estado, autonomías y gobiernos locales –un hueso al que nadie quiere hincar el diente?

Bueno, y resulta que solo he empezado a hablar del tema. Como el estudiante del chiste, al que el profesor le pregunta por la Guerra de los Cien años, y empieza: “pues el primer día…”. No voy a seguir. Pero “alguien” debe hablar de los temas que tenemos pendientes: por lo menos, de los muy graves y de los bastante graves, y de los más urgentes, y de los sistémicos, que afectan a todos…

Me gustaría que el nuevo Gobierno que salga de las elecciones tenga la valentía de enfrentarse a esos problemas. No a todos, claro, pero sí al menos a lo que podríamos llamar el mapa general, dentro del cual identificará aquellas cosas que son urgentes, importantes y sistémicas. Detrás de esto debe venir un largo debate entre todos.

Los políticos, que se abstengan, si no quieren salir ensuciados, pero que escuchen a la sociedad civil, que, me parece, debe ser la protagonista de ese largo, profundo y complicado estudio, al que, al final, convocaremos a los políticos, a todos, para decirles: las cosas están así: ¿están ustedes en condiciones de hacerles frente? ¿O cree el lector que soy demasiado utópico al pensar que esto es posible?