Tras las elecciones del 28-A

No tengan miedo al debate territorial

El pacto de la moción de censura con independentistas no ha impedido que Pedro Sánchez haya resucitado un partido que parecía un muerto viviente

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Gemma Ubasart

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Después del frenesí de la campaña electoral, llega el momento del análisis. Es más, hasta la celebración de las elecciones municipales, europeas y en las comunidades autónomas de régimen común del próximo 26 de mayo, los y las políticas marearán mucho la perdiz pero no tomarán ninguna decisión importante ni de pactos con otras fuerzas ni de resolución de debates y conflictos internos. Aprovechemos el 'impasse' para realizar un estado de la cuestión. A modo de 'spoiler': los resultados de las elecciones generales despejan tres incógnitas, abren dos escenarios (y medio) y refutan una hipótesis.

Incógnitas

La primera incógnita tenía que ver con la capacidad movilizadora del PSOE. El interrogante: si lo acontecido en Andalucía era coyuntural y situado (es decir, si la alta abstención del votante de izquierdas era debido al desgaste del PSOE-A y el proyecto de Susana Díaz), o si era estructural y crónico, como así sucede en otros países del contexto europea (el electorado progresista ha desertado de dar a apoyo a la socialdemocracia). La cita del domingo consiguió una alta participación y un apoyo importante a Pedro Sánchez. Se activó voto a partir de la obra de gobierno y del miedo que provoca la amenaza de Vox. Se atrajo también sufragio centrado debido al espacio libre que había dejado Ciudadanos con su giro a la derecha.

La segunda incógnita se nucleaba alrededor de la capacidad del PP de seguir manteniendo una cierta hegemonía en el bloque de derechas. Debacle en el PP, Ciudadanos dobla en número de escaños sin llegar al anhelado sorpasso y Vox entra cómodamente aunque con menos fuerza de la prevista. Revienta el paraguas unificador del bloque de derechas (que era una anomalía en el propio entorno europeo). La derecha pierde la prima que le daba el sistema electoral de Adolfo Suárez. La tercera incógnita se preguntaba sobre el apoyo que tendrían las fuerzas independentistas, nacionalistas y regionalistas. Lejos de verse perjudicadas por una posible concentración de voto en fuerzas de carácter estatal (explicable por un contexto de polarización), estas suben en votos y escaños como reacción al modelo recentralizador e uninacional que presentaban PP, Cs y Vox.

Escenarios

El PSOE tiene abierta la posibilidad de acuerdo con UP y Cs. El primer escenario, el natural (en el contexto actual). Hereda la correlación de fuerzas de la moción de censura. Políticos y altos cargos de ambas organizaciones han trabajado bien conjuntamente en el último año, generando confianzas y complicidades. Las bases de ambos partidos es lo que desean. El segundo, complicado en este momento. Aunque aritméticamente posible, y es querido por los poderes fácticos, las apuestas estratégicas de socialistas y naranjas en el último tiempo hacen que políticamente sea muy difícil de transitar. Ahora bien, la simple existencia de opciones le da a Pedro Sánchez una mayor capacidad de negociación.

Dos tentaciones que el PSOE puede tener, a priori, desaconsejables. En primer momento, cerrar la puerta a un Gobierno de coalición. Se hace difícil pensar que un gobierno con 123 diputados, con un congreso de diputados con alta fragmentación y polarización, pueda aguantar y consolidarse a lo largo de una legislatura. Ya no estamos en el mandato de transición fruto de la moción de censura. En un segundo momento, obviar que los partidos independentistas han obtenido muy buenos resultados en Catalunya. Algunos han remarcado la paradoja: hay más independentistas en el Congreso pero son más prescindibles para la gobernabilidad. Si bien esto es cierto, seria un error confundir cálculo aritmético con político. Un contencioso no resuelto si no se gestiona solo puede empeorar y escalar con el paso del tiempo.

Hipótesis

Y vinculado con lo anterior, la refutación de una hipótesis. Dirigentes del sector 'susanista' del PSOE y de Ciudadanos, así como intelectuales y analistas del entorno, sostenían que la entrada de la cuestión nacional en la vida política española haría saltar por los aires el eje ideológico (derecha-izquierda) y que esto beneficiaría a las fuerzas de derechas. Cualquier aproximación dialogada y política al contencioso catalán estaba destinada a desmovilizar al votante progresista más allá de las llamadas nacionalidades históricas, o hasta a incorporarlo en las filas de azules, naranjas o verdes.

A la vista de los resultados, parece que esto no ha pasado. Aunque hay antecedentes, el debate territorial irrumpe como nunca lo había hecho antes en la arena política española con los catalanes “hechos de octubre” de 2017. Pues bien, paradójicamente tenemos un Pedro Sánchez que pacta con los independentistas en el momento de mayor tensión nacional, y a la vez un Pedro Sánchez que resucita un partido que parecía un muerto viviente. Quizá a nuestros dirigentes no les debería dar tanto miedo abrir un debate territorial serio y sosegado.