Medios y sociedad

Un titular en Nueva York

Era curioso. Desde Barcelona me preguntaban por el brote de sarampión y en Nueva York nada detenía la excentricidad de la vida de sus habitantes

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Ricard Ustrell

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Cuando viajo me gusta observar. Voy a misa, pregunto por el ambientador de las tiendas... lo hago con el objetivo de ver lugares diferentes y conocer personas peculiares.

Nueva York es ideal para mi propósito. La primera vez que estuve, hace un año y medio, me sorprendió la intensidad con la que todo pasaba. Aquellos días se activaron las alertas por la entrada de un ciclón bomba histórico y las televisiones hacían programaciones especiales donde se recomendaba no salir a la calle. Esta segunda vez la alerta era por un brote de sarampión en la comunidad ortodoxa de judíos de Williamsburg. Una noticia que las televisiones ampliaban con debates polarizados. Mientras tanto, en los bares, en ninguno de los casos se cabía.

Era curioso. Desde Barcelona me preguntaban por la tormenta y el brote y en Nueva York nada detenía el directo, la trascendencia y la excentricidad de la vida de sus habitantes. Es la expresión máxima de lo que la filósofa Ayn Rand defendía como el único sistema que hace compatible la búsqueda individual de la felicidad sin chocar con la de los demás: las realidades desconectadas. Cada uno va a la suya y la actualidad no se hace presente si no te afecta.

Estos últimos días he preguntado en Brooklyn por el brote. Algunos lo resumían con un "haberse vacunado, como yo". En barrios como Queens o el Bronx también escuchabas lo mismo. Parece pues, que los medios y la sociedad viven en realidades diferentes. Es lo que siempre me dice uno de mis padres en la radio, Santi Carreras: se debe hablar más de la gente y con la gente. Porque lo que es destacable y por lo que hay que hacer programaciones especiales es por aquello que rompe con la tranquilidad de los ciudadanos.

En Williamsburg, desde el río, se ven una de las mejores vistas del 'skyline' de Manhantan. En la Quinta avenida hay gente que, como explica Enric González en 'Historias de Nueva York', tiene excentricidades que te hacen sentir menos extraño de lo que en casa te dicen que eres. Es ideal para quedarse quieto. Observar.