Una relato ficticio sobre la campaña

Exclusiva mundial: el debate prohibido

Los gobiernos rara vez mejoran nuestras vidas, pero un mal gobierno las puede empeorar mucho

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Clara Usón

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Por fin puedo desvelar la gran exclusiva: el debate prohibido entre Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias y Abascal se celebró este viernes en mi humilde morada.

-Pues sí que es humilde tu morada -dijo Rivera nada más llegar.

-No me gusta la ostentación -repliqué, ofendida.

-Carlos Alberto, deberías saber que la mayoría de los españoles vive en cuchitriles como este -le amonestó Iglesias-. Cuando yo sea presidente del Gobierno, todos los españoles tendrán un chalé con jardín y piscina en Galapagar.

-¿Cómo es de grande Galapagar? -pregunté, desconfiada.

-¿Has terminado de mentir, Pablo? ¡Ahora me toca a mí! -saltó Rivera.

Le tranquilicé, en mi cuchitril todos tendrían su turno para mentir, “este es un debate como Dios manda”.

Saludos patrióticos

Abascal llegó luciendo una capa con la rojigualda. “¡Viva España!”, me saludó. “¡Viva España!”, respondieron a la vez Casado y Rivera. “¡Coño!”, dijo Sánchez, que al entrar se golpeó la cabeza con el marco de la puerta, para añadir enseguida, “¡Viva España!”, no en vano es presidente del Gobierno. Todos miraron con reproche a Iglesias, que musitó entre dientes, “pues si hay que decirlo se dice, ¡viva España! ¿Qué pasa?”. Entonces el objeto de muda reprobación fui yo.

-No me da la gana de decir viva España, ni 'visca Catalunya', yo no me presento a las elecciones. Y debería avergonzaros que, en la era del #Metoo, todos los candidatos seáis varones.

-¡Feminazi! -me espetó Abascal. Me puse firme: en este debate los insultos solo estaban permitidos entre contrincantes. Los mandé sentar.

El sitio de honor -la butaca de Ikea- le correspondió a Sánchez, dada su autoridad. A Abascal le adjudiqué un taburete, lo más parecido a una silla de montar que tengo en casa. Acomodé en el sofá a los restantes, Iglesias a la izquierda, Rivera en el centro y Casado a la derecha, pero Casado protestó, quería el lugar de Rivera, y se empezaron a pelear entre ellos por el centro hasta que Iglesias puso paz.

-¡Niños, comportaos! No se os puede sacar de casa. ¿Cómo vais a gobernar juntos, si andáis siempre a la greña?

-No te preocupes -dijo Abascal-. Cuando forme gobierno con estos dos, los llevaré más tiesos que a una vela.

-No nos equivoquemos -terció Sánchez-, el próximo Gobierno lo formaré yo con Iglesias.

-¡Felón! ¡Traidor! ¡Separatista, que pactas con los que quieren romper España! -clamaron al unísono los patriotas de la derecha. La cosa empezaba a animarse, así que introduje el primer tema: la cultura.

-Ya hablamos de eso, largo y tendido, durante un minuto,  en el debate de Atresmedia -dijo Rivera.

Los demás coincidieron en que sobre cultura ya estaba todo dicho.

Pasé al siguiente punto: la Iglesia católica. Le pregunté a Sánchez por qué ya no proponía denunciar el Concordato en su programa.

-Porque ahora estoy en el Gobierno, cuando una está en la oposición puede defender cualquier cosa.

-¿Pero no le parece que la iglesia debería pagar impuestos? Y luego está el asunto de la pederastia.

-La culpa es de los niños, en cuanto ven a un cura se le tiran encima -dijo Abascal-. Cuando sea presidente, meteré a los niños acosadores en la cárcel.

-No sé si eso es legal... -dudó Casado-. ¡Como estudié la carrera tan deprisa!

-¡La Iglesia debe responder por sus desmanes y pagar impuestos como todos! -dijo Iglesias.

-No os metáis con la Iglesia, que saco la pistola -amenazó Abascal-. Cuando sea presidente, obligaré a los españoles a ir a misa tres veces por semana.

-¡Pues yo cuatro! -mejoró Casado-. Y les haré rezar el rosario.

Se quedó mirando a Rivera como diciendo, ¡chúpate esa!, pero este salió al quite:

-Yo soy liberal. Concibo a España como un Estado laico, firmemente arraigado en el catolicismo. (Se nota que ganó un premio de oratoria.)

Llegó la hora de las despedidas; quise regalarles ejemplares de mis libros, pero rehusaron airados. “No aceptamos sobornos, y menos de este tipo”. Conforta saber que nuestro futuro está en manos de hombres tan honrados.

Casado me obsequió con un ejemplar de la Constitución firmado por Cayetana, Rivera me dedicó la tesis de Sánchez, Sánchez me firmó el libro de Abascal, Abascal me regaló un tratado de tauromaquia, firmado por un toro, e Iglesias, 'Juego de Tronos' dedicado por Aznar. Coloqué los libros en la estantería, junto a la Biblia firmada por Junqueras. Antes de irse, los cinco me pidieron el voto para sí mismos.

Este domingo iré a votar, la experiencia me ha enseñado que los gobiernos rara vez mejoran nuestras vidas, pero un mal gobierno las puede empeorar mucho.