Análisis

Mentiras, nervios y 'gadgets', resumen de un debate

Rivera ha utilizado ataques constantes a Sánchez, haciendo referencia a su supuesto nerviosismo. Curiosamente no lo ha hecho desde una posición calmada

DEBATE

DEBATE / periodico

Olga Ruiz

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Si la política de los gestos es importante, estos fueron los primeros del llamado debate decisivo: Iglesias llegó en taxi, Casado se acercó a los funcionarios de prisiones que se manifestaban en la entrada, Rivera sustituyó la corbata que hacía moaré por otra nueva y Sánchez sonrió durante los minutos previos, intentando ofrecer una imagen distendida y relajada. El predebate era el escaparate, pero los electores somos reacios a la compra compulsiva, así que iban a tener que mostrarnos algo más si querían convencernos.

Todos se jugaban mucho, pero no todos se jugaban lo mismo, ese es el punto de partida para entender el papel representado por los candidatos esta noche.

Ciudadanos sabe que sus posibilidades de conseguir entrar de una forma u otra en el Gobierno pasan por debilitar a la izquierda, especialmente al PSOE, es una cuestión matemática, si Sánchez resta, el centro derecha tiene posibilidades de sumar y este martes era su última oportunidad para poner en apuros al líder socialista. Rivera ha salido a por todas y ha arrasado con todo, hasta con el debate. El partido naranja se ha propuesto protagonizar el debate y lo ha conseguido tirando de 'gadgets' -la tesis doctoral de Sánchez encuadernada, la foto de la socialista Mendia con Otegi y una suerte de pergamino con los casos de corrupción socialistas-. Rivera ha utilizado también ataques constantes al líder socialista, haciendo referencia una y otra vez a su supuesto nerviosismo. Curiosamente no lo ha hecho desde una posición calmada, Rivera ha estado inquieto, tenso y algo precipitado.

Su exceso de protagonismo ha hecho desaparecer del debate a Pablo Casado, inexplicablemente ausente en las dos citas televisivas y elemento indispensable para la suma con ciudadanos. Si planteamos el debate como un partido entre dos equipos, Casado ni siquiera ha calentado, mal augurio cuando necesitas ganar para mantener la categoría.

A Sánchez le sobraba un debate y se le ha notado, a mayor exposición televisiva mayor posibilidad de error, lo único que no conviene a los intereses socialistas. Sánchez se ha quedado en el fondo de la pista y se ha dedicado a devolver los golpes, uno tras otro, sin asumir el riesgo de subir a la red. Un partido efectivo pero es poco vistoso.

Iglesias ha sido posiblemente el único que no ha jugado a nada, ha ido a debatir, a responder sobre los temas propuestos, a pedir que el resto lo hicieran, se ha avergonzado del espectáculo ofrecido, del tono, de los insultos. Iglesias se juega su liderazgo tras las elecciones y  lo sabe. Esta noche ha querido demostrar que tiene ganas de hacer política, que puede seguir liderando un proyecto que no pasa por su mejor momento. Ha hablado para los suyos dentro y fuera del partido, para sus bases, sus confluencias y sus críticos.

Una campaña electoral no es un 'reality' pero puede parecerlo, hemos vivido la final de esta especie de concurso cuyo premio final es decidir cómo va a ser nuestra educación, sanidad o nuestros impuestos en los próximos cuatro años. Es imprescindible pensarlo bien antes de decidir a quién expulsamos de la política.

No esperen nada más en esta campaña, la pueden dar por finiquitada y empezar hoy mismo tres días de reflexión, de silencio político, ¿lo escuchan?