La campaña del 28-A
Debate o 'reality'
Al final llegó lo más inquietante: los candidatos se entremezclaron con sus asesores: algunos se fusionaron en besos y abrazos, como cuando se ha ganado el concurso
Que las televisiones se han adueñado de todo lo que nos rodea lo sabemos de hace tiempo; que la vida de muchos se mueve a partir de su influencia, también, y que una campaña política hasta que no se emite por televisión no es campaña, lo sabemos también. Así que Atresmedia y la pública pugnaron por establecer una ida y vuelta en 48 horas, planteado como si de una final de la Champions se tratara. Conexiones con un sinfín de reporteros, imágenes de la llegada y la salida de los candidatos, planos de los camerinos donde iban a estar durante la previa, música de tensión y tono épico de los presentadores de las tertulias habidas antes del comienzo.
Aquello fue un circo televisivo la mar de bien envuelto que adornó un debate político que me recordaba a la final de uno de esos 'realities' de masas que las televisiones dominan tan bien. Mientras veía avanzar a los cuatro concursantes/políticos hacia el plató, me preguntaba sobre si les movería unas ganas sinceras de servir al país o si estaban en todo esto por una desesperada necesidad de poder. Que nadie se moleste por la duda, pero aquel espectáculo me sugería cierta pretensión, algo de egocentrismo y una excesiva dosis de vanidad.
Como casi todos, uno siente más simpatías por un candidato que por otro; sin embargo, durante el transcurso del debate y oyendo decir las cosas que cada uno prometía, siempre ocurre que hay alguno de entre los que no te gustan que dice algo en lo que no puedes estar más de acuerdo, algo que te enfrenta con la incoherencia de coincidir con quien ideológicamente te sientes muy distante. Eso pasa.
Cuando me ocurre, disimulo conmigo mismo, como no dándole demasiada importancia aun sabiendo que la tiene; porque me enfrenta al hecho de que todos tenemos principios contradictorios y a veces podemos coincidir con alguien a quien jamás pensaríamos votar. Solo a los fanáticos no les sucede lo mismo.
Al final del 'reality' llegó lo más inquietante: los candidatos se entremezclaron con sus asesores: algunos se fusionaron en besos y abrazos, como cuando se ha ganado el concurso. Me sorprendió ver que a pocos minutos de haberse dicho de todo, hablaban entre ellos como si nada hubiera ocurrido, como si la función hubiese terminado y los actores, entre bambalinas, se dedicaran a comentar lo bonito de la representación. Muy útil para quienes nos gusta hacernos una composición de las cosas y otorgarles la verdadera dimensión que tienen.
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