Análisis

El debate decisivo

Esta vez Sánchez reaccionó con indiferencia paciente, irritación mal disimulada o resignación irónica frente al acecho de PP y Ciudadanos

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Antoni Gutiérrez-Rubí

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El partido de vuelta se jugó cuando aún estamos digiriendo los análisis y conclusiones del debate del lunes. La expectación que levantó el primer cara a cara entre los cuatro candidatos se pudo notar en las redes sociales o en las audiencias de televisión. Solo en Twitter se generaron alrededor de 700.000 tuits en apenas dos horas, y el debate de RTVE fue seguido por 9 millones de espectadores, con especial atención en comunidades como Madrid, Aragón o Castilla y León, dónde se superó el 50% de share, y bastante menos seguimiento en Catalunya, Euskadi o Canarias, donde los porcentajes bajaron alrededor del 35%.

Las normas del debate, con la oportunidad de preguntas y repreguntas, y la prudencia de los moderadores para no regular los choques verbales provocaron un debate más intenso, bronco por la cacofonía concurrente de las voces de Sánchez, Iglesias y Rivera que hablaron simultáneamente en momentos puntuales.

Pablo Iglesias, con un jersey de la marca @198_es conocida por hacer 'merchandising' de izquierdas y republicano, estuvo profesoral y en muchos casos reprochó a sus rivales las formas y la falta de respuestas a las preguntas o los temas propuestas por los moderadores. Mantuvo el nivel del primer debate, aunque con menos protagonismo que en el partido de ida. Fue el más propositivo y el que descalificó menos a sus adversarios. Casado, más ágil, con más mordiente, cambió de estrategia respecto del primer debate. Mostró una derecha contundente, pero a la vez solvente y con la experiencia de gobierno que no tienen su principal rival, Ciudadanos. Reivindicó los logros del PP en empleo y la experiencia del nuevo gobierno de la Junta de Andalucía, que estuvo muy presente en sus intervenciones.

Los primeros minutos fueron explosivos. Rivera tuvo la capacidad de protagonizar el debate con interrupciones eficaces. Rivera tuvo la capacidad de protagonizar el debate con interrupciones eficaces. El debate decisivo coincidió con Sant Jordi.  El primer intercambio de libros entre Sánchez y Rivera fue sin rosa, sin lacito, ni dedicatoria. Y amenazaba un debate muy embarrado.

El combate

Rivera utiliza el judo en los debates. Se agarra del kimono de sus adversarios, utilizando constantemente breves interrupciones como pellizcos que irritan, alteran y descentran a sus rivales. Rivera se escuda en el culto al debate, pero no dejó acabar a Sánchez, varias veces.  «Usted es un maleducado, un impertinente», le espetó Iglesias en el primer bloque. Rivera fue a buscar deliberadamente el cuerpo a cuerpo con todos. El objetivo era intentar ser protagonista, acaparar atención a toda costa, pecando varias veces por exceso.

La reacción de Sánchez

Sánchez reaccionó con indiferencia paciente, irritación mal disimilada o resignación irónica frente al acecho del PP y Ciudadanos en lo que ha etiquetado como «las primarias de la derecha». Pero también con autoridad y eficacia en los temas de violencia machista, entre otros. De nuevo el vínculo del PSOE con las causas feministas fue su momento más convincente, aunque Iglesias le recriminase que en nombre del movimiento feminista no puede hablar ningún hombre. 

Un debate de propuestas en el cual la palabra mentira fue  la más pronunciada. Quedan cinco días y todo esta abierto.