Análisis
¿Por qué son tan trascendentales las próximas elecciones?
Para una mejor Europa, es necesario un proyecto compartido por sus principales estados y, en la Europa de hoy, solo España puede acompañar a Francia y Alemania
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
Ante las dificultades del momento, y a modo de acicate, a menudo se recuerda cómo, en el pasado, superamos coyunturas aún más complejas. La gran referencia es la Transición que, además, vino a coincidir con una grave crisis económica. Siendo ello cierto, hay notables diferencias entre el escenario de hoy y el de hace cuatro décadas.
La principal diferencia radica en que, entonces, compartíamos un horizonte: la Europa que se dibujaba más allá de los Pirineos. Un modelo de economía y sociedad que garantizaba prosperidad económica y cohesión social. Hoy, sin embargo, todo Occidente se halla tan desorientado como nosotros. Un desconcierto que se manifiesta en una fractura social y un deterioro de la política tradicional que, con matices, compartimos todos los países. Por ello, las elecciones legislativas, de este domingo, y las europeas, a finales de mayo, resultarán determinantes.
Pese a haber superado los peores momentos de la crisis, aquellos en que se dudaba de la propia supervivencia del euro, las sociedades europeas se muestran confusas e irritadas. Por una parte, porque persisten los efectos de la crisis en forma de paro, precariedad y falta de expectativas. Por otra, porque no se visualiza por donde orientar las políticas públicas.
La cuestión parece simple pero resulta de una enorme complejidad: la economía se ha transformado de manera radical, pero desde la política aún no se ha encontrado el cómo gobernarla. Además, una lección resulta ya evidente, los ciudadanos europeos no nos resignamos a perder ese Estado del Bienestar que tanto costó alcanzar.
La política debe, pues, conducir la economía para que esa mayor riqueza que conlleva la revolución tecnológica alcance a todos los ciudadanos. Mientras no llegue ese momento, la globalización y la innovación tecnológica seguirán fracturando la sociedad. Por ello son tan relevantes las próximas elecciones.
A nivel nacional, en la próxima legislatura, a la política le corresponderá experimentar, pues algo deberá hacerse para que millones de ciudadanos no se suman en la marginalidad. Así, por ejemplo, acompañar el aumento del salario mínimo con algún tipo de renta garantizada o, de una vez, desarrollar una política de vivienda asequible en alquiler.
De la misma manera, el Gobierno dispondrá de margen para luchar contra la precariedad o los abusos en la externalización. Y, a su vez, se le presentará la oportunidad de asumir un papel relevante en la Unión. Para una mejor Europa, es necesario un proyecto compartido por sus principales estados y, en la Europa de hoy, solo España puede acompañar a Francia y Alemania.
A su vez, el poder de los estados debe ejercerse en armonía con el de las instituciones europeas. Conviene, más que nunca, un Parlamento Europeo reformista y dispuesto a ejercer su poder. De él debe salir una Comisión que, en su caso, dispondrá de capacidad para regular una economía global que, sin marcos políticos supranacionales, ya vemos donde nos ha llevado. Y dónde nos podría llevar.
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