IDEAS

Buenos lectores, uníos

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Xavier Bru de Sala

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Este artículo no va destinado a la buena gente que en la Diada de este martes sale a las calles con un aire festivo ejemplar. Que Sant Jordi les bendiga. Tampoco a los esforzados editores, que hacen cuanto pueden para mantener un mercado relativamente estrecho en condiciones cada vez más duras de competencia. Que asimismo les bendiga. Ni afearemos a los autores que, carentes de capacidad y talento para elevarlos, no se ven constreñidos a rebajar planteamientos para llegar al "gran público". Que el caballero les bendiga con su hisopo. Tampoco va destinado, el artículo, a los compañeros de profesión periodística ni a las instituciones que hacen lo posible para mantener el espíritu de la fiesta y promover la lectura. Que Sant Jordi los ilumine.

El llorado Emili Teixidor proponía un espacio donde sólo se venderían libros que hubieran superado finísimos cedazos de calidad

Van destinadas, estas líneas, a la pequeña proporción de lectores exigentes, los buenos lectores que se niegan a embadurnarse las neuronas con zumo de literatura de consumo. El llorado Emili Teixidor proponía un espacio -la plaza Reial, por ejemplo- donde sólo se venderían los libros que hubieran superado finísimos cedazos de calidad. En todo el mundo, la proporción de buenos lectores es escasa y estable. Nuestro problema es que los buenos lectores en catalán no forman masa crítica, y por tanto no disponen de ninguno de los filtros habituales en lenguas de más extensión, ni de los correspondientes mecanismos de prestigio para distinguir a los buenos escritores.

El hilo de la exigencia y la máxima ambición que va de la Renaixença a la posguerra se empezó a estrechar a partir de la Transición. Luego no ha parado de adelgazarse y es de temer que se haya roto por completo, esperemos que no para siempre. Cuando un premio Sant Jordi lanza un tuit donde afirma que "en la propera vida em demano dir-me així" ("em demano", horrible calco del castellano, sólo apropiado para referirse a un autor de 'best sellers' mediocres), ya podemos medir la distancia, tal vez ya insalvable, que nos separa de Pla Espriu, por no hablar de Llull o de Ausiàs Marc.