Dos miradas

¿Catarsis?

Lo de Coripe, la individualización del mal en una persona, va más allá de la parodia de las Fallas

Quema de Judas Puigdemont en Coripe (Sevilla)

Quema de Judas Puigdemont en Coripe (Sevilla) / TWITTER

Josep Maria Fonalleras

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Hace dos años, en las Fallas de Valencia, quemaron dos 'ninots' que representaban a Carles Puigdemont. Este año, han quemado otro. Y también han quemado, a lo largo de los años, a reyes y papas y políticos y artistas y futbolistas y gente de todo tipo. Es una broma, una parodia, una especie de purificación (el fuego contribuye) que libera el pueblo de las emociones primarias. Podríamos llamarlo una catarsis, que es un método antiquísimo para ahuyentar los malos espíritus a través de una representación pública de los fantasmas que enturbian el alma.

Lo de Coripe, sin embargo, va un paso más allá. Lo de Coripe, sin embargo, va un paso más allá.La individualización del mal en una persona (que es lo que defiende el alcalde) atraviesa la frontera teórica de la catarsis y convierte la supuesta liberación (que siempre debe ser distante, vista desde la lejanía) en concreción y práctica explícita, burda y bestial del mal que intenta ahuyentar. ¿Por qué? Porque todos participan con entusiasmo festivo en el fusilamiento, grandes y pequeños, y porque el odio preside los actos, más allá de la sátira amable que se quiere vender y que resulta que es un patrimonio nacional.

Es ciertamente muy triste que un acto tan execrable merezca reconocimiento institucional y que sea la misma institución quien carga las armas del rencor. Y, al hilo de las palabras del alcalde, ¿qué mal representa Puigdemont? ¿Qué merece tanto odio? ¿Una acción política y pacífica? ¿De verdad están quemando y fusilando esto?