El ejemplo abjaso

San Jorge en Georgia

Ninguna causa nacionalista que proponga separar familias o encender antorchas de odio merece siquiera llamarse idea

La catedral de Tbilisi, Georgia.

La catedral de Tbilisi, Georgia. / EFE / ZURAB KURTSIKIDZE

Lucía Etxebarria

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Escribo este pequeño artículo desde Georgia. Originalmente llamada Sakartvelo. El nombre se cambió en honor al patrón del país, san Jorge. El 70% de los monasterios están dedicados a este santo. Que en algunas ocasiones aparece matando a un dragón y en otras al invasor de turno: al turco Tamerlán, al mongol Jakub Khan, al macedonio Alejandro Magno... Georgia es la zona de paso hacia Europa y su valor estratégico es inconmensurable. Al final, decidieron simplificar al invasor en la metáfora del dragón, que es la que nos ha llegado a nosotros. Georgia, antes de  llamarse Sakartvelo, se llamaba Iberia y nosotros descendemos en parte de ellos.

Pues bien, al noroeste de Georgia existe un pequeño territorio llamado Abjasia en donde no se hablaba georgiano sino abjaso. El traje tradicional, empero, es idéntico al georgiano. Alla por los años 90 se despertó un fervor indepentista: la mitad  quería quedarse en Georgia. El resto quería irse. El resultado fue una guerra. Promovida y financiada por Rusia.

Durante la guerra, el lado separatista de Abjasia llevó a cabo una campaña de 'limpieza étnica' que se tradujo en la expulsión de más de 250.000 personas y la muerte de 15 000. Pero una 'limpieza étnica' no es una cosa tan simple. Igual que en la Catalunya actual, todo el mundo se ha mezclado. En Abjasia, georgianos y abjasos estaban casados entre sí. El resultado a día de hoy es que 250.000 personas viven en campos de refugiados sin poder contactar con sus familias. Que ya no se habla abjaso sino ruso. Que cualquier acción de las oenegés debe estar aprobada por las autoridades de facto que incumplen todos los estándares internacionales. Que la presunta república independiente de Abjasia (solo reconocida por cinco países de la esfera rusa: Siria, Rusia, Nicaragua, Venezuela y Nauru) no es más que una república rusa camuflada.

A un día de Sant Jordi quizá esta historia pueda hacernos reflexionar que lo que nos une siempre es más de lo que nos diferencia, que las guerras siempre las cuentan quienes las ganan y que ninguna causa nacionalista que proponga separar familias o encender antorchas de odio merece siquiera llamarse idea.

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