El futuro de la UE

'Brexit', con angustia y sin atajos

El Reino Unido vive en un limbo permanente, con un pie fuera de Europa y con otro conscientemente atado dentro

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Carlos Carnicero Urabayen

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Domingo, siete de la tarde. El dinero no tiene bandera en el bar del Hotel Chiltern Firehouse, una antigua estación de bomberos de 1887. No se pueden tomar fotos, pero sí algunas notas. Piernas al aire de todos los colores en la primavera que no llega. Silicona, ostras, champán y la coctelera, sonora y algo decadente, agitada sin tregua hasta la última lagrima de ginebra. La resaca es una autopista extasiada hasta la siguiente resaca en este rincón ajeno a la locura política que atrapa al Reino Unido.

Regreso a Londres y no me acostumbro a la gran paradoja: la ciudad más cosmopolita de Europa vive atrapada en una gran regresión atávica sin aparente salida. El 'brexit' no existe. Es una perversa utopía que late en los corazones melancólicos de muchos ingleses, pero no es corpóreo; tiene fechas que no llegan. Sin embargo, lo inunda todo, salvo los lugares para ricos como Chiltern Firehouse.

Sabores inconfundiblemente locales

Compro mantequilla, leche y pan de molde. La bandera británica promete sabores inconfundiblemente locales en las etiquetas de cada producto. Imagino que las banderas, convenientemente agitadas, no dejan ver la patria de quienes levantan las ciudades. Leo que comienza el juicio del terrible atentado de Borough Market del 2017. Vuelven los héroes a los periódicos, como Ignacio Echevarría, que murió a contracorriente, patín en mano, para salvar a cualquier desconocido.

Los proeuropeos se movilizan
cada vez más, pero están agotados de repetir lo esencial: toda decisión democrática debería poder
ser revisada

El Museo Británico está abarrotado. Visito 'Amor y angustia', la imponente exposición del pintor noruego Edvard Munch, conocido por su cuadro de 'El grito'. Sus personajes solitarios viven atrapados en constante estado de ansiedad y decepción con el amor libre, la salud o la soledad. La vida no fue lo que les contaron a Munch y a su círculo de amigos de Kristiania, antiguo nombre de Oslo.

Imagino a muchos experimentando estos días la ansiedad y la tristeza de los personajes de Munch. Ni el 'brexit' ha llegado como prometieron los políticos tras haber ganado el referéndum del 2016, ni tampoco se ha revertido esta decisión fatal. El país vive en un limbo permanente, con un pie fuera de Europa y con otro conscientemente atado dentro. ¿Cómo saltar con un paracaídas más o menos resistente si se tiene miedo a las alturas? El país ha cambiado, pero el pragmatismo británico no ha desaparecido del todo.

A quienes les prometieron un resurgimiento posimperial, se les ha brindado una primera ministra que suplica prórrogas por las capitales europeas. Quienes quieren seguir en Europa se movilizan cada vez más, pero están agotados de repetir lo esencial: toda decisión democrática debería poder ser revisada. Y viven secuestrados por Jeremy Corbyn, el líder laborista que nunca creyó en Europa.

La próxima vuelta de tuerca será el 23 de mayo. Reino Unido celebrará elecciones europeas, tres años después de haber expresado su deseo de salir de la UE. El incalificable Nigel Farage, que ha hecho de la burla antieuropea un muy rentable modo de vida a costa del contribuyente, se prepara para la reelección con su nueva formación, El Partido del Brexit. Los 'tories' de May podrían ser engullidos mientras Boris Johnson y otros irresponsables históricos – ya saben: el poder por el poder, aunque arrasemos con todo – preparan su enésima conspiración ciega para echar a May.

La metáfora del palacio de Westminster

El 'Financial Times' dedica un artículo al deteriorado estado del palacio de Westminster, la enésima metáfora de las horas bajas que atraviesa la democracia británica. Hace poco aparecieron goteras en la sala donde los diputados libran los debates más cruciales que ha vivido el país en décadas. Un informe de 2016 advertía: “si no se hacen reformas urgentemente, una catástrofe inminente o pequeños fallos incrementales podrían dejar el edificio inhabitable”.

La radio matinal de LBC informa en el camino a la estación de tren: un diputado británico ha comparado con los nazis a los 'tories' partidarios del 'brexit'. Se le han pedido explicaciones. Asegura que su comparación no es suficientemente cruel.

El tradicional taxi inglés en el que viajo, icono de tantas películas, inconfundiblemente alto, negro y alargado, dispuesto para la conversación enfrentada de pasajeros, es una versión moderna de la marca LEVC TX. El conductor explica orgulloso que tiene una autonomía cercana a las 100 millas. No está nada mal para un coche eléctrico. Se fabrican en Coventry, en el centro de Inglaterra, pero la empresa propietaria es china y se llama Geely. El camino del 'brexit' no tiene atajos.