Análisis

Golpes bajos

Todos menos Sánchez están en un escenario propicio para ganar algo en los debates

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Inma Carretero

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Que a Pedro Sánchez le estaban haciendo la campaña sus adversarios lo admitían los propios socialistas, pero el fiasco en la negociación de los debates le ha chafado su plan de exponerse solo lo imprescindible para no quedar mal y da al resto de candidatos una doble oportunidad para ganar espacio en esta semana que, ahora sí, verdaderamente decisiva. Es mucho presuponer que sus rivales vayan a jugar bien las cartas, pero por lo pronto tienen dos partidas.

Si les funcionan, obligarán a Sánchez a resituarse en los días del esprint después de semanas de plácida travesía navegando a velocidad crucero, disfrutando de la agradable brisa favorable. Hablando solo de lo que le interesa, por supuesto. De Catalunya, unas cuantas frases perfectamente empaquetadas cuando y donde ha querido, sin necesidad de entrar al trapo de las acusaciones de la oposición que, por hiperbólica y faltona, ha ido reforzándolo pasito a pasito. La barbaridad de acusar a Sánchez de sentarse con los pederastas no se la cree nadie y tiene efecto bumerán: modera al personaje y deja en una caricatura ridícula a ese radical extremista que se come crudos a los niños que evoca el PP en sus mítines.

En los cuarteles del sanchismo saben que su líder resiste y que resistir le suma

La inusual paz de la campaña socialista se ve alterada ahora porque los debates entrañan riesgos imprevistos que el candidato tiene que afrontar en solitario, debajo de los focos, y con la presión de saber que hay un porcentaje elevadísimo de electores que no están contabilizados en esas encuestas que dicen que es el favorito. La ausencia de Santiago Abascal lo complica todo porque impide la competición televisada entre tres de los cinco candidatos por ver quién le da a Sánchez el mandoble más certero, más español y menos acomplejado. Que el circo no vaya a ser de cinco pistas, solo de cuatro, permitirá a Pablo Casado dedicar todo su tiempo a la ofensiva y Albert Rivera se evitará decirle a Abascal cosas a la cara que tenga que tragarse en caso de suma. Vox estará sin estar, sí, pero Pablo Iglesias no se verá atrapado como una simple muleta en el bloque de izquierdas al que irremediablemente conducía la reproducción en el plató de la foto de la plaza de Colón. 

No hay duda: a todos menos a Sánchez les han puesto en un escenario propicio para ganar algo en estos dos debates después de haber sido grandes contribuidores a la causa socialista. Que dejen de serlo va a depender de cómo planteen los choques catódicos. Los golpes bajos que Casado no dé al presidente el lunes y el martes en la tele se los va a echar en cara Vox el miércoles, el jueves y el viernes. Cuanto más salvajes sean, mejor para el PSOE. Lo tienen testado en los cuarteles del sanchismo: que su líder resiste y que resistir le suma. Todavía recuerdan muchos socialistas la frialdad con la que comunicó la dimisión en su 1 de octubre. Aguantó todo el día con la mandíbula apretada mientras los demás se desquiciaban. Un bronco ‘todos contra Sánchez’ que vuelva a victimizarlo podría ser el último favor para su campaña. Lo mismo hasta se lo conceden. Corren malos tiempos para la lírica.