La lucha por la igualdad en inteligencia artificial

La frecuencia adecuada

Tras las críticas contra el sesgo de género de los asistentes de voz, las empresas ofrecen la opción masculina

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Liliana Arroyo

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Es muy probable que hayáis usado un asistente de voz alguna vez, aunque sea para juguetear. Lo más habitual es hacerlo con el móvil, aunque cada vez hay más altavoces inteligentes. Lo que seguro os habréis encontrado es un 'software' con nombre y voz de mujer. Desde que comenzaron a aparecer las Siris, las Cortanas y las Alexas ha habido mucho jaleo por cómo hemos llevado el estereotipo más clásico de 'secretaria' a las manifestaciones más punteras de la inteligencia artificial.

Las empresas reaccionaron y en poco tiempo ofrecieron la alternativa masculina. Fue muy sonado el caso de Samsung en el 2017, por usar adjetivos desafortunados en la descripción: calificaron la voz de hombre como una opción asertiva y confiada mientras la de mujer era animada y alegre. Siempre me maravilla cómo la innovación tecnológica nos ofrece el reflejo claro del punto de vista de quien la diseña.

La función de asistente de voz se concibe claramente desde la relación ordenar-obedecer. Diversas investigaciones de márketing han corroborado que cuando oímos una voz masculina nos preparamos para recibir órdenes, mientras que nos es mucho más fácil mandar a una voz femenina. Pero no nos confundamos: si bien estos son les resultados, hay más razones sociales y culturales que biológicas tras ese comportamiento. Es decir, no es natural ni instintiva esa percepción de correspondencia entre órdenes y tono varonil, sino una herencia de muchos años de construcción de género persistente entre poder y dominación. No me extrañaría que en sociedades matriarcales eso fuera distinto, donde la experiencia heredada sobre voz y jerarquía toma otra forma.

La verdadera conquista contra los estereotipos solo ocurrirá cuando las empresas cambien eficiencia por inclusión

Es difícil destapar los prejuicios: los analistas de economía de la conducta también hallan que las voces femeninas generan mayor aceptación y más confianza (también las tenemos asociadas al ideal de madre que nos cuida y procura que estemos bien). Ideal para que les hablemos sin reparos. También se entienden mejor, probablemente porque la frecuencia femenina suele ser más aguda, y los graves en la masculina restan claridad. En definitiva, si el objetivo es conseguir que cada vez lo use más gente, parece que la respuesta correcta es usar la opción que crea menos fricciones. Siempre y cuando solo te interese vender.

Hace poco alguien me preguntó que dónde estaba el problema si la tecnología se ajustaba a las expectativas y daba a la gente lo que quería. Respondí que desde el punto de vista estrictamente económico, quizá no había problema alguno. Claro que pensar en las ventas hoy sin tener en cuenta los riesgos reputacionales o la responsabilidad vinculada al desarrollo tecnológico de mañana es ir cinco años tarde por lo menos. Solo hay que ver que tras el debate que se abrió sobre el sesgo de voces, todas las grandes empresas ofrecen la opción masculina. Google Assistant tomó buena nota y ofrece varias alternativas identificadas por colores aleatorios, justamente escapando del género.

Y la historia continua. Porque la innovación que solo aspira a vender más y mejor entiende que lo eficiente es reproducir lo que existe, seguir alimentándolo sin plantearse si socialmente necesitamos otra cosa. Bien distinto es forjar nuevos horizontes: ¿por qué necesitamos asignar género a los asistentes de voz? ¿Qué pasaría si le ponemos nuestro propio timbre? ¿O simplemente un sonido vinculado a otra especie?

De momento tenemos el ejemplo de Q, un experimento danés para diseñar una voz neutra, es decir, inclasificable en femenina o masculina. Tras contrastarlo con más de 4.500 participantes de diferentes países europeos, dieron con la frecuencia exacta: 153hz. Vale la pena jugar a clasificarla (se puede oír en su propia web). Haciéndolo me di cuenta que el cerebro persistía buscando pistas en un sentido u otro. Le han bautizado como “la voz sin género” y lo presentaron en el festival SXSW hace unas semanas. Es el fruto de una colaboración de varias organizaciones sensibilizadas en temas de diversidad de género. Todavía no es una alternativa comercial pero han lanzado una campaña reclamando que las GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) incluyan la opción en su catálogo.

Podemos ganar la partida de la voz por ahora, pero la verdadera conquista está en conseguir que la caza del sesgo esté en todas las fases del proceso. Y eso solo ocurrirá cuando los equipos técnicos cambien eficiencia por inclusión. Cuando incorporen nuevas voces y más diversas, como si fuera una orquesta. Y ojalá iniciativas como Q puedan dar el tono de entrada.