Al contrataque

"Concilia... ¿qué?"

La batalla de verdad, lo que se esconde tras el problema de la conciliación, es un modelo de capitalismo de precariedad

Unos padres llevan a sus niños al colegio.

Unos padres llevan a sus niños al colegio. / periodico

Carles Francino

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¿Qué pueden tener en común una escritora, una periodista, un pediatra, una psicóloga, una filósofa, una demógrafa, un neuropsicólogo infantil, una psiquiatra, una profesora y un técnico de sonido? Posiblemente más de una cosa, y además la lista de oficios podríamos alargarla, pero en lo que coinciden -seguro- es en que las pasan canutas para conciliar.

El técnico de sonido se llama Roberto Fernández y en la última gala de los Goya, donde recogió un premio por 'El reino', sorprendió y conmovió a partes iguales al relatar su odisea de compaginar el rodaje y montaje de la película con el nacimiento de sus mellizos. El suyo fue un grito inesperado, por eso tuvo tanto valor; al menos durante unos días puso sobre la mesa un problema que afecta a millones de familias, pero del que se habla poco y mal.

En un país donde la tendencia de moda es hacer bueno aquel famoso chiste de vascos: “¿Para qué vamos a perder tiempo hablando si lo podemos resolver a hostias?”, me llega como una bocanada de aire fresco un libro que plantea este asunto sin dogmas ni juicios de valor. 'Conciliaqué', escrito por la periodista -y madre, y esposa- granadina Maika Ávila, es una denuncia de la trama económica, política y patriarcal que obliga -a veces con sutileza, a menudo por cojones- a las mujeres a cargar con el mayor peso. María Jesús Álava, prestigiosa psicóloga, una de las muchas voces que aparecen en el libro, lo tiene clarísimo: “Aunque la legislación haya avanzado, ahora es más difícil conciliar que hace 15 años”.

'Conciliaqué' no es una guía práctica ni un libro de autoayuda; plantea más dudas que certezas, pero tiene el enorme valor de mostrar ángulos y miradas muy distintas sobre un asunto tan complejo. ¿Hasta dónde deberían alargarse los permisos de maternidad? ¿Y los de paternidad, deben mantenerse como instranferibles? ¿Existe el instinto maternal, o es un camelo? ¿Nos engañaron con la incorporación de la mujer al mercado laboral? ¿Es sano que los bebés duerman por costumbre con los padres o no? ¿Se puede ser mujer trabajadora y madre al mismo tiempo? No viviendo como pollo sin cabeza, se entiende, no corriendo todo el día.

La verdad es que no se rehúye ninguno de los elementos relacionados con el tema, pero siempre desde el convencimiento de que la libertad individual -o de pareja- está por encima de cualquier convención. Cada lector -o lectora- está invitado a sacar sus propias conclusiones. Yo me quedo con tres; primera: la batalla de verdad, lo que se esconde tras este problema es un modelo de capitalismo de precariedad. Lo dice la demógrafa Teresa Castro: “El problema es la precariedad, no que nazcan menos niños”. Segunda: sin conciliar no hay bienestar social y sin eso estamos abocados al fracaso personal. Tercera, muy básica y para mí decisiva: conciliar es encontrarse a gusto, vivir en equilibrio; tanto si tienes hijos como si no. Y eso vale para mujeres y para hombres. ¡Espabilemos!