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Algunas mentiras sobre la eutanasia

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Lucía Etxebarria

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Hubiera sido mucho más efectivo, a nivel periodístico, escribir este artículo para que se publicara en la misma semana en la que Ángel ayudó a suicidarse a su mujer María José. Se habría viralizado, sin duda, pero no se habría leído con detenimiento, y se habría perdido en el torbellino sensacionalista que movió el caso. Y yo no quería eso.

Lo que Ángel hizo no se llama eutanasia. Tampoco lo que hizo Ramona Maneiro, la compañera de Ramón Sampedro. Se llama suicidio asistido. En ambos casos, Ramón y María José, dos personas que deseaban morir, tuvieron la opción de no hacerlo. Se les dio un vaso con un compuesto letal, y una pajita. Ambos tenían la opción de sorber y tragar, o de no hacerlo.

La eutanasia es un tema diferente. En ese caso, alguien –que no es la persona que va a morir– administra una inyección letal. O detiene un respirador.

En EEUU la eutanasia es ilegal, pero el suicidio asistido es legal en Oregón, Washington, Vermont, California, Nuevo México y Montana. Y esto por una razón mucho menos humanitaria que la que ustedes creen. En EEUU, como ustedes saben, no hay Seguridad Social. Un paciente con cáncer que no tenga un buen seguro médico se puede encontrar con que le espera un horrible de calvario que se puede alargar durante años, y que no va a recibir cuidados paliativos ni mediación porque no tiene seguro.

En esos casos, el médico le receta una mezcla de 9 gramos de secobarbital en cápsulas o de 10 gramos de pentobarbital líquido. Si ustedes han visto la excelente película 'Paddleton', verán que se receta junto con un medicamento para calmar la ansiedad y un zumo dulce porque el fármaco es amargo. El médico le da la receta, usted compra el compuesto en la farmacia y se suicida. Todo así de aséptico.

El problema es: ¿y si a alguien le recetan la dosis letal, pero llega a casa y no la usa? Bien porque muera antes, bien porque decida no hacerlo. La droga se queda ahí, en el cajón. Y cualquiera puede utilizarla, para asesinar a alguien o para suicidarse él mismo. Por no hablar de dónde se establece la línea divisoria para decidir qué paciente puede recibir la dosis y cuál no.

"En EEUU, donde
no hay Seguridad Social que cubra los cuidados paliativos, el médico receta una mezcla de secobarbital y pentobarbital"

Ya existen pacientes con depresión mayor que se presentan en el medido requiriendo un suicidio asistido y argumentan que su dolor es tan horrible como el que podría tener un enfermo de cáncer. Y probablemente para ellos lo es. El sufrimiento psíquico puede ser tan insoportable como el dolor físico, así que un depresivo crónico argumentaría: ¿por qué ayudan a suicidarse a una mujer con esclerosis múltiple y no a mí, que sufro tanto como ella?

Así las cosas, lo más lógico sería legalizar la eutanasia, sobre todo con un 84% de la población a favor. Tanto la religión católica como la musulmana desaprueban la eutanasia, el divorcio, los métodos anticonceptivos, el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero el derecho a morir, a casarse o a divorciarse no exige a nadie la obligación de ejercerlo. Si sus ideas religiosas le impiden contemplar la eutanasia, no la reclame para usted, o no la administre si es usted personal sanitario, pero no nos imponga sus ideas a los demás.

Como eso es obvio, ahora vienen el PP y Vox con formas de coacción más sutiles. Nos dicen que si legalizamos la eutanasia, acabaríamos asesinando a ancianos que no lo desearan, cuyos familiares percibieran como inútiles. Así que nos hacen creer que existen médicos cómplices de homicidio, irresponsables o verdugos. Pero la experiencia de los países que han regulado la eutanasia prueba que los mecanismos de control funcionan:

Decenas de miles de personas han muerto voluntariamente con una eutanasia en Bélgica, los Países Bajos y Canadá, o con el suicidio asistido en Suiza y en cinco estados de EEUU, sin que haya existido un solo caso de homicidio. Ni uno.

Sin embargo, está probado que el 4% de los condenados a muerte en Norteamérica murieron siendo inocentes. (Y eso son los casos en los que se ha probado su inocencia a posteriori, se calcula que hay muchos casos más). Así que, ¿cómo se entiende que en EEUU exista la pena de muerte, pero no la eutanasia? No se entiende. Evidentemente usted, como yo, probablemente es de los que desearía que si –Diosa no lo quiera– mañana le diagnosticaran una enfermedad incurable y dolorosa, alguien le ayudara a morir.

NO hay que confundir la eutanasia con el suicidio, pero mucho menos con el homicidio. Sería como confundir un encuentro sexual deseado con una violación. O un regalo con un robo.