Pactos poselectorales

Albert Rivera es el gran enigma

El lider de Ciudadanos es menos valorado que hace un año y ha cometido errores, pero tras las elecciones su papel puede ser clave

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / periodico

Joan Tapia

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Cuando Albert Rivera salió diputado de Cs en las elecciones catalanas del 2006 pareció un empleo precario. Era líder, sí, pero de un nuevo y diminuto grupo que se definía como antinacionalista, liberal progresista y había sabido llamar la atención fotografiándose desnudo, pero púdico, para un póster electoral. Su ascenso ha sido espectacular. De tres escaños catalanes en el 2006 y el 2010, a nueve en el 2012, 25 en el 2015 y 36 en el 2017 (este último año con Inés Arrimadas de candidata). Y en España pasó de la nada a ser el cuarto grupo parlamentario en el 2015 y el 2016 con 32 diputados.

En este trayecto Rivera ha sido tan fiel como mutante respecto a sus orígenes. Antinacionalista catalán, sí - y a su oposición a la radicalización del catalanismo debe su carrera- pero también cada vez más nacionalista español. Liberal progresivo, sí, pero en evolución hacia la coherencia (fichaje de Luis Garicano) y luego a la derecha (eliminación del programa de los vestigios socialdemócratas). Capacidad para llamar la atención, moderándose. Ahora ya no se desnuda, sino que se acicala de próspero motorista.

Hace un año, con un Gobierno de Rajoy desgastándose, con un PSOE, primero en guerra interna y luego con Pedro Sánchez fuera del Parlamento, Albert Rivera era el líder más valorado y la estimación de voto de Cs rondaba el 30% (la misma que ahora tiene Pedro Sánchez). Y Rivera cambió de ambición. No quería ya un partido bisagra liberal que pudiera pactar a izquierda o derecha (en el 2016 lo hizo con Sánchez y luego con Rajoy) sino sustituir al PP como la primera fuerza del centroderecha.

Pero la moción de censura le cogió con el pie cambiado. El PP había recibido via judicial el castigo por corrupción que políticamente hasta entonces había sabido evitar. Sánchez se agarró a la Gürtel y ganó la moción. Por perspicacia, saber cazar el momento y 'viejura' de Rajoy. Rivera no olió de dónde venía el viento y no supo ni abstenerse.

Y de repente, pasado el verano, vio que Sánchez le había arrebatado el estatus de político más valorado y que para satisfacer su ambición tenía que luchar contra Casado -que, al contrario que Rajoy, era de su misma generación- el liderazgo conservador. Consecuencia: antisanchismo radical, giro a la derecha y exigencia de un nuevo 155 más largo y duro para Catalunya. Y la autoconfianza, las extravagancias de Torra y la debilidad parlamentaria del PSOE le hicieron creer que se saldría.

Tras las elecciones de Andalucía, Rivera no reaccionó al pacto del PP con Vox. Y fue con Casado y Abascal a la plaza de Colón. Emerge entonces la triple derecha que Casado cree que sumará, Rivera queda atrapado y enerva a los círculos liberales. También a los europeos. El 155 se convierte en el gran talismán contra el PSOE con el que promete, para ganarse al elector del PP, no gobernar jamás.  

Pero Sánchez no cede al chantaje secesionista de los Presupuestos y convoca elecciones. Andalucía, la plaza Colón y la división de la derecha en tres (el PP era siempre el propietario de ese voto) hace que la triple derecha ya no sume la soñada mayoría absoluta. El PP se desploma y Rivera sube diputados (de 32 a 50 según las encuestas). Pero su estimación de voto del 15,8%, aunque crece respecto al 2016 y se queda a menos de tres puntos del PP, es solo la mitad del reluciente 30% de hace un año.

El gran obstáculo para un pacto PSOE-Cs es Catalunya, porque los dos partidos propugnan exactamente todo lo contrario

Rivera aguanta… pero sufre. La fidelidad del voto de Cs es solo del 56% (la socialista del 70%) y tiene fugas hacia el PP (4%), Vox (11%) y el PSOE (12%) según un estudio de transferencia de votos. El abandono del centro tiene un precio que le perjudica. A él y a toda la derecha porque parece que el voto de izquierda supera ya al conservador, algo que no pasaba hace un mes.

¿Qué hará Rivera si la triple derecha no suma, lo que sería un fracaso, pero le evitaría problemas con sus socios europeos? No moverse hasta después de las autonómicas y municipales. Luego… A Sánchez no le interesa repetir la 'coalición Frankenstein' porque el independentismo le tumbó los Presupuestos y no se puede fiar, pero a la fuerza ahorcan. Aunque si puede gobernar apoyado solo por Podemos, Compromís y el PNV ya sería otra cosa.

Pero un pacto PSOE-Cs tendría más de 180 escaños y daría estabilidad. El mundo económico aplaudiría. El gran obstáculo es Catalunya, pues Sánchez y Rivera están en las antípodas. O todavía más lejos. ¿Qué decidirá Sánchez si tiene la doble opción? Es la gran incógnita. ¿Qué hará Rivera, si Sánchez tantea algo con el centro tras las municipales y autonómicas? Es el gran enigma.