Dos miradas

Lavar los pies (1)

Acompañaba a mi padre a ver cómo el obispo lavaba los pies a 12 personas desconocidas, la tarde del Jueves Santo. Entonces me debía parecer un episodio estrambótico, pero no se lo dije

Procesión en Córdoba

Procesión en Córdoba / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Pascal se enfrenta a un amigo que le confiesa que buscar a Dios no sirve de nada. Le dice que no desespere. Se trata de crear unos hábitos que hacen que la acción sea automática, irreflexiva. El ritual, la ceremonia, la liturgia, dice Pascal, se convierten en una máquina para acercarse a Dios. Mi padre, probablemente sin saberlo, era pascaliano. Será por eso que íbamos a visitar los monumentos de todas las iglesias y por eso le acompañaba a ver cómo el obispo lavaba los pies a 12 personas desconocidas, la tarde del Jueves Santo. Entonces me debía parecer un episodio estrambótico, pero no se lo dije.

Muchos años después, leí 'El Reino', de Emmanuel Carrère, una especie de viaje interior del escritor francés a la fe perdida y un "reportaje", casi una "persecución" literaria sobre los primeros cristianos, siguiendo los pasos de Pablo de Tarso. Carrère habla de la ceremonia de lavar los pies como un observador atento (no un creyente convencido) en un encuentro con cristianos que son miembros de la comunidad de L' Arche, instaurada por Jean Vanier hace unos 50 años. Se dedican a cuidar, en casas particulares, de enfermos mentales y de personas discapacitadas, sin futuro, sin ninguna posibilidad de recuperación. Los más abandonados de entre los abandonados. Los más desvalidos. Para los de L' Arche, el lavatorio de los pies no es una ceremonia estática, repetitiva, anual, sino un acto esencial.