ANÁLISIS

El difícil equilibrio socialista en Catalunya

El enfrentamiento dialéctico serviría para romper con la idea de que entre el Gobierno de Sánchez y el de Torra hay buena sintonía, una idea que podría lastrar las opciones socialistas

Pedro Sánchez en un mitin en Leganés

Pedro Sánchez en un mitin en Leganés / periodico

Berta Barbet

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En las campañas electorales hay dos normas fundamentales: si estás ganando votantes, no hagas nada que pueda molestar a tus nuevos votantes, y en campaña hay que centrarse siempre en los temas en los que tus ideas son más populares que las del adversario, nunca al revés.

Dos normas que en la campaña del PSOE podrían traducirse en: evitar el tema catalán. Tradicionalmente no ha sido el partido más popular en este tema ni en Catalunya ni en el resto de España y, además, es bastante complicado tener un discurso que permita contentar a los distintos votantes de diferentes territorios que parecen haberse inclinando por la formación socialista hoy en día.

Sin embargo, como todas las normas, las máximas electorales tienen excepciones. Y es que, cuando un tema está en lo alto de la agenda pública y de los medios, ignorarlo acaba perjudicando más que intentar proponer un discurso propio. Y parece claro que en el actual contexto el tema de la situación catalana no se puede hacer fuera de la campaña.

La campaña de Pedro Sánchez, pues, se ha visto en la necesidad de buscar un discurso que le permita hablar del tema en un contexto donde el discurso transversal parece complicado de articular, y donde la competición por la derecha entre VoxPP Ciudadanos se ha añadido al pulso entre las diferentes formaciones independentistas para generar unas claras tendencias a la polarización y escalada verbal.

Sánchez y su equipo parecen haber optado por una estrategia de distanciamiento ideológico dialéctico con el independentismo combinada con la introducción en campaña de medidas de reforzamiento del autogobierno y de defensa de la España plural. Una estrategia que tendría por objetivo intentar repescar algunos de los sectores más pragmáticos del independentismo, sobre todo si se combina con un miedo creciente de una parte de este independentismo a las consecuencias de un cambio de color del Gobierno de la Moncloa.

Al mismo tiempo, el enfrentamiento dialéctico serviría para romper con la idea de que entre el gobierno de Sánchez y el de Torra hay buena sintonía y proyecto compartido. Una idea que podría lastrar las opciones socialistas entre el espacio que se compiten con PP y Ciudadanos según las encuestas.

Volver a dialogar

En conjunto, un equilibrio muy complicado que no pone el foco en lo que seguramente es la política más urgente para la situación catalana: volver a dialogar desde el respeto.

Las propuestas pueden ser más o menos adecuadas y populares pero no servirán para nada si no salen de un acuerdo compartido con los otros grupos afectados. La solución al problema catalán no pasará por negar la voz y el voto a ninguno de los grupos de población que existan, por más que a unos y otros hayan vendido a sus votantes que así lo harán.

Hay que dejar de apelar a los bajos instintos de una población muy resentida por la mala gestión de unos y otros, y reconocer la legitimidad de todas las ideas siempre que se defiendan desde el respeto al contrario. Hay que luchar contra la incomodidad de reconocer ciertas ideas como legítimas, para volver a poner en marcha el juego democrático, que no es más que eso: la articulación de los conflictos dentro de las instituciones de diálogo y convivencia.