Tendencias ante el 28-A

Votos contra el hartazgo

Sánchez ha sabido captar que la política española llevaba años empantanada en un lodazal que reclamaba a gritos un cambio

ilu-opinio-17-4-2019

ilu-opinio-17-4-2019 / ALEX R. FISCHER

Andreu Claret

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¿De qué van estas elecciones? Para la izquierda, se trata de frenar lo que ha cuajado en las redes como el trifachito. O sea, impedir que gobiernen los de la plaza de Colón y pongan el freno, o la marcha atrás, en derechos y libertades. Para la derecha, el objetivo es  imposibilitar que Sánchez abra la puerta al caballo de Troya que constituyen los separatistas catalanes y les facilite el desguace de España desde dentro del fortín. Iglesias lo tiene más difícil y no solo por los problemas que él mismo se ha creado. Por un lado sus seguidores son los más sensibles frente a los discursos rancios de Casado y a la invectivas de Abascal; por otro, otean por el retrovisor cómo el autobús de Ciudadanos se acerca al del PSOE y pide hacer una paradita en la próxima gasolinera para ver si esto lo arreglamos entre gente sensata. Con los extremos fuera. Quedan los independentistas catalanes, divididos entre quienes sufren las brumas de Waterloo y quienes disfrutan de los almendros y los cerezos en flor. Son dos imágenes de la Semana Santa muy distintas y seguro que conducen a estrategias políticas divergentes.

Ha nacido una corriente central, que todavía no es mayoritaria pero que puede acabar siéndolo, dominada por la necesidad de hacer un alto en esta huida hacia adelante

Por encima de estos cálculos legítimos de unos y otros está Pedro Sánchez. Con un discurso que a algunos les parecerá zen y falto de tensión ideológica pero que ha hecho mella en amplios sectores de la sociedad española, más allá incluso de los caladeros habituales de la izquierda (según las encuestas). Sánchez ha sabido captar que la política española llevaba años empantanada en un lodazal que reclamaba a gritos un cambio. En primer lugar por la corrupción que ha dejado el PP al borde del K.O y que también ha tumbado al socialismo andaluz. La corrupción no empezó con Rajoy, que ha conseguido sortear los tribunales a pesar de las anotaciones con el 'M.', pero no es tanto lo que hizo como lo que dejó hacer. Con el correlato de la impunidad que alcanzó en València momentos goyescos. Dejar pudrir la situación. Dejar que los ricos se hicieran más ricos en plena crisis. Que el PP pusiera en pie una organización destinada a delinquir. Que la política tuviera cada vez más de sátira y menos de servicio público. Dejar apolillarse muchas instituciones cuando más necesitaban renovarse para hacer frente a los retos de las nuevas generaciones.

La ceguera de Rajoy

Lo más grave fue dejar que el conflicto con Catalunya fermentara, año tras año, con agravios continuos y una ceguera enfermiza frente a lo que se avecinaba. Ni el 15-M, ni las 'diades' millonarias qué anunciaban la tempestad cambiaron el rumbo. Rajoy siguió a lo suyo, como si nada, convencido de que la política es como el Tour de Francia, donde el que gana la etapa no suele ser el que llega primero en París. El suflé catalán no bajó y, elección tras elección, su equipo en Catalunya quedó diezmado. Hasta el desastre del 2017. La afrenta del Parlament catalán aprobando leyes anticonstitucionales que provocarían un terremoto en cualquier país europeo y el 1 de octubre. Irresponsabilidad de unos, inconsciencia de los otros. El PP sumó al independentismo descontentos de toda índole, hasta alcanzar la mitad de la sociedad catalana.

Desde aquellas recogidas de firmas contra el Estatut del 2006 han pasado 12 años. Desde la sentencia del Tribunal Constitucional echando por tierra lo que habían aprobado el Parlamento y el Parlament  han pasado casi dos lustros. Han transcurrido siete años desde que Artur Mas se apuntó a la teoría del cuanto peor mejor. Pronto llevaremos dos años de aquel funesto septiembre del 2017 y de la represión del 1 de octubre cuya estupidez comprobamos cada día en el Supremo. Todo sigue igual, es decir, peor. ¿Cómo no va a haber hartazgo? No es de extrañar que haya nacido una corriente central, que todavía no es mayoritaria pero que puede acabar siéndolo, dominada por la necesidad de hacer un alto en esta huida hacia adelante que no conduce a ninguna parte. Ni para Catalunya, ni para España.

No sé si los resultados del 28-A confirmarán las encuestas o no. Aún es más difícil vaticinar si Sánchez estará en condiciones de conjuntar un Gobierno capaz de hacer frente a la abrumadora agenda heredada de esta década perdida. Pero lo que sí se nota, en muchos sitios, también en Catalunya, es un sentimiento contrario al atracón de mentiras y faroles que han nutrido la política española y la catalana en los últimos años. El 28-A sabremos si este hastío puede alumbrar algo nuevo. Con Sánchez y con todos quienes quieran abrir una nueva página en la historia de España y Catalunya donde la Política sustituya a la mala leche, el tuit facilón y la bronca permanente.

Periodista y escritor.