Cómo reaccionar a las nuevas iniciativas patriarcales
Prohibición: ¿Una buena estrategia para impulsar políticas progresistas?
La izquierda puede caer en la trampa que sitúa a las derechas como víctimas de un totalitarismo
Gemma Altell
Psicóloga social. Fundadora de G360.
Gemma Altell
Hace unos días saltó a los medios la noticia de los cursos para 'curar' la homosexualidad que se estaban impartiendo en el Obispado de Alcalá y que han recibido el aval de la Iglesia Católica a través de la Conferencia Episcopal. Nos encontramos, una vez más, ante este regreso de las posturas más machistas, homófobas y rancias que se muestran sin pudor ante la opinión pública y que están legitimadas para los discursos ultraderechistas.
Además, esta aberración no hace más que reafirmar la posición subyacente de la Iglesia que quiere menospreciar los derechos individuales de las personas y concebir la sexualidad como un mero instrumento para la reproducción y, por tanto, toda sexualidad no orientada a este fin hay que 'curarla'. Es una posición que está claramente en contra de los derechos humanos fundamentales porque no contempla el derecho a la sexualidad libre y elegida como un derecho básico.
Resulta curioso evidenciar que las mismas instituciones que hablan de la 'ideología de género' en referencia a la necesaria y legítima perspectiva de género que hay que introducir en las políticas públicas y en las prácticas privadas no reconozcan, en sí mismas, el componente ideológico que opera con esta mirada en temas como: el aborto, la eutanasia, etc. ¿Apelar a una divinidad que es quien decidirá nuestros destinos -al final encarnada en una institución patriarcal con poder- no es una ideología? ¿Por qué en este caso le llaman espiritualidad? No empieza a sonar extraño en el año 2019 que la espiritualidad tenga normas rígidas e impuestas y que gobiernen las voluntades humanas? ¿La espiritualidad no debería hacernos más humanos y capaces de comprender los deseos, anhelos, voluntades y vulnerabilidades?
Este es, seguramente, un debate largo e inacabable hoy por hoy. Pero debemos plantearnos, desde posiciones progresistas y de izquierdas, cómo tenemos que afrontar estas iniciativas que promueven las instituciones patriarcales con una apariencia pseudocientífica y disfrazadas de empatía y diálogo; es decir, la nueva versión de los electroshocks que se utilizaban hace años para "reeducar" la homosexualidad y que, desgraciadamente, todavía se utilizan en algunos países.
Nuevas estrategias patriarcales requieren nuevas respuestas que no siempre son fáciles. Es evidente que esta propuesta atenta contra la ley contra la LGTBIfobia, es evidente que es en sí una propuesta homófoba. Las preguntas serían: ¿conseguirá la prohibición el efecto deseado? ¿Será utilizada la prohibición como un argumento más de los que la derecha ha robado a la izquierda sobre el recorte de los derechos individuales? Nos encontramos hace un tiempo ante la perplejidad de que las derechas -la más rancia y la que se ha lavado la cara- se han apropiado de muchos de los conceptos y del relato; palabras como democracia, libertad de expresión, derechos, manifestación, etc. han pasado a perder valor conceptual y, no solo eso, son utilizadas para situar a las posturas más progresistas en el relato de los totalitarismos. Me preocupa. La izquierda -que tradicionalmente hemos defendido la liberalización del uso de drogas, del aborto, el derecho al matrimonio homosexual... desde el paradigma de las libertades- nos estamos viendo involuntariamente dibujados como represores de las libertades.
Las que nos movemos profesionalmente en el ámbito social y de la educación sabemos que las prohibiciones no suelen ser muy útiles y, como ya dice la cultura popular, suelen generar mayor expectación. Además, cualquier prohibición lo que hace es invisibilizar una situación que de facto existe. Esto supone menor capacidad de control, de corrección y en definitiva de conocimiento del fenómeno.
Por un lado es importante no caer en la trampa ideológica que lleva a mostrar como totalitarias las posiciones políticas que legítimamente han hecho bandera de defender las libertades sexuales, de expresión, de reunión, etc. Entrando en estrategias prohibicionistas le hacemos el juego a la derecha. Por otra parte, si pretendemos partir de un marco mental diferente debemos esforzarnos para buscar y encontrar estrategias diferentes que nos alejen de ser interpretados simplemente como dos formas posibles (la derecha y la izquierda) de entender el mundo con la misma legitimidad y estrategias similares a la espera de ver quien 'gana' en cada periodo electoral. No es así, la izquierda feminista -tal como deberíamos entenderla en estos tiempos- debe tener, necesariamente, otra forma de hacer política que reinvente estrategias y no utilice las herramientas patriarcales aprendidas.
Psicóloga social.
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