Análisis

Campaña larga, debate pobre

Es censurable que Sánchez haya rehusado el debate a cuatro (sin Vox) que le proponía RTVE

Sánchez y Díaz, anoche, en la pega de carteles en Dos Hermanas (Sevilla).

Sánchez y Díaz, anoche, en la pega de carteles en Dos Hermanas (Sevilla). / periodico

Joaquim Coll

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Esta es la campaña electoral más larga de la democracia porque en gran medida empezó cuando Pedro Sánchez presentó la moción de censura contra Mariano Rajoy en junio del año pasado. Tras sacarla adelante de forma milagrosa, gracias entre otros al apoyo del PNV y al aún más sorprendente de los independentistas, el objetivo del líder socialista fue gobernar el mayor tiempo posible. Pero ni PP ni CS estaban por la labor de permitírselo y, después del inesperado vuelco en Andalucía, pasaron a exigirle elecciones con el megáfono en la mano. La crisis del relator en febrero, con la sospecha de que el Gobierno español había aceptado la figura del mediador que reclamaba el Govern de Quim Torra, obligó al líder socialista a cortar por lo sano con ERC y PDECat. Despejar cualquier ambigüedad en ese terreno era fundamental para escapar a la acusación de vende-patrias y poder poner en valor la agenda social del Ejecutivo. Pese a la cantarela cansina de la derecha, el PSOE ha esquivado ese peligro y se dirige hacia una victoria bastante segura el 28A.

La mejor prueba de ello es que Sánchez no quiera arriesgarse a un cara a cara televisivo con Pablo Casado y vaya a participar en un único debate a cinco en La Sexta y Antena 3 con la presencia del ultraderechista Santiago Abascal. Es censurable que haya rehusado el debate a cuatro (sin Vox) que le proponía RTVE, el canal público, demostrando escasa coherencia con lo que predicaba cuando estaba en la oposición. Por desgracia, nada diferente de lo que harían los otros. En cualquier caso, su estrategia pasa por ningunear al líder del PP como alternativa, planteando las elecciones como un dilema entre un proyecto inclusivo de progreso o un tripartito de derechas salvajes sin un líder claro.

La opción de Sánchez es lógica y parece acertada excepto que concurran dos variables. Primera, una mayor abstención de la prevista en las encuestas por el cansancio de una campaña tan larga junto al efecto adormidera de la Semana Santa. Segunda, que el trasvase entre antiguos votantes de izquierda hacia Vox sea algo más que testimonial. De lo contrario, el daño que inflija ese quinto partido recaerá sobre el PP y en menor medida Cs, cuyos líderes van a tener muy difícil gestionar el día después, sobre todo Rivera atrincherado en su particular y absurdo 'no es no' al PSOE.

Tanto el CIS como otras muchas encuestas dan un cifra de indecisos muy alta entre el votante de derechas, lo cual desorienta mucho a PP y Cs, que no saben si tienen que empezar a destriparse entre ellos o seguir con su ataque admonitorio contra Sánchez, que más bien le refuerza. La campaña se está haciendo muy larga en descalificaciones, crispación y promesas fantasmas. En cambio, lo que falta son debates a fondo sobre los temas esenciales, empezando sobre cómo nos dotamos de una nueva fiscalidad que no solo recaude mucho más, sino que sea de verdad justa y progresiva, sin la cual todas las promesas de igualdad y mejora de los servicios públicos se desvanecen en el aire. El parón económico llegará  y la próxima crisis nos pillara sin poder endeudarnos más.