De lo que no hablamos

Todo lo que nos robamos

Estamos otra vez enfangados en un deshumanizado debate sobre banderas y estados que solo sirve para culpar al otro de todo lo que no hacemos

El campamento de refugiados en Grande-Synthe, en el norte de Francia.

El campamento de refugiados en Grande-Synthe, en el norte de Francia. / .32362115

Emma Riverola

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Querría hablar de amores, amantes, cuerpos y fronteras. De cómo derribar las barreras que lastran las vidas de tantos, encerrados en una anatomía que se equivocó de alma. De cómo el mercado mira nuestras pieles y nos dice que valen más si son jóvenes, si son bellas, aunque, ¿qué sabe la codicia de la belleza? Hablar de los vientres de las mujeres que algunos quieren controlar, de las manos de algunos hombres que no saben cuidar, de las miradas ancladas en odios antiguos, de los que afilan sus colmillos y buscan presas entre las personas.

Querría hablar del plato vacío, de las noches enredadas en cuerdas de esparto, de la angustia al despertarse. De la miseria pegada a la piel, como una roña indeleble, como el hollín adherido a la retina. Hablar de la tristeza que llega cuando no la esperas. No hay motivo, dicen los que no ven esa oscuridad sentada en tu regazo. A veces, la sombra de un niño de llanto desconsolado. A veces, la de un viejo sin vida. Pero nunca tú.

Querría hablar de la primavera, de las estaciones perdidas. De los días que preñaban la tierra y parían futuro. Y no apelaré a la poesía, sino a las lluvias desaparecidas o a las aguas convertidas en torrentes descontrolados o a la tierra y los ríos envenenados. Hablar de los millones de personas que se quedaron sin casa y sin sueños y que, convertidas en harapos, vagan por el mundo buscando un sitio que les negamos. Porque aún nos creemos los dueños de la primavera. Porque aún tenemos poesía y tememos que nos la arrebaten.

Querría hablar de todo lo que nos incumbe, de la vida que vivimos y de cómo hacerla más vivible para todos. De cómo amar a los cuerpos, de cómo entendernos, de cómo cuidarnos, de cómo dar un futuro a todos los niños, a todos, vengan de donde vengan. Pero es tiempo de elecciones -¿cuándo no lo es?- y seguiremos sin vernos los rostros. Enfangados en un deshumanizado debate sobre banderas y estados que solo sirve para culpar al otro de todo lo que no hacemos, de todo lo que no hablamos, de tantos debates robados.