Opinión | Editorial

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El encarecimiento de Barcelona

Las consecuencias, como la gentrificación de algunos barrios, son locales, pero las soluciones, globales

Edificios en la zona de Diagonal Mar de Barcelona.

Edificios en la zona de Diagonal Mar de Barcelona.

Vivir en Barcelona es caro. Para economías modestas, terriblemente difícil. Y esta percepción, lamento reiterado de sus vecinos, viene ratificada por las cifras. Basta hacer una comparativa de precios mirando al pasado reciente para confirmar las dificultades de los sufridos barceloneses. Desde luego, la vivienda. Hace 17 años, el precio del metro cuadrado de vivienda de segunda mano tenía un coste de 2.010 euros. Ahora cuesta más del doble: 4.344 euros. En el año 2000, los barceloneses pagaban de media de alquiler 408 euros al mes. Hoy, 954 euros. Pero el incremento de precios se percibe en cualquier actividad. Desde la cesta de la compra hasta el transporte. Si en 1999 el billete sencillo de metro costaba el equivalente a 0,87 euros, ahora es de 2,20 euros.

Son varios los factores que repercuten en el precio global de la ciudad. En la vivienda convergen varios elementos. El turismo intensivo que ha desviado viviendas del alquiler residencial al turístico, las características físicas de la ciudad, limitada por el mar y Collserola, y la especulación inmobiliaria que han llevado a cabo los grandes fondos de inversión. Una crisis de oferta y demanda que ha desencadenado un proceso de gentrificación similar al de las principales ciudades europeas.

Las problemáticas son locales, pero se requieren soluciones globales. Desde un plan de viviendas públicas, hasta regulaciones de precios. Por desgracia, la vorágine alcista se extiende a todos los ámbitos menos a los sueldos de los ciudadanos.