Adiós a una serie de culto

El cierre de 'Juego de Tronos' marcará el fin del sufrimiento televisivo semanal

Lo que ha sido durante años una experiencia comunitaria y compartida se está convirtiendo cada vez más en en un acto individual y solitario

ilustracion de leonard beard

ilustracion de leonard beard / periodico

Elena Neira

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La madrugada del domingo 14 al lunes 15 de abril se estrena la octava y última temporada de 'Juego de Tronos', una serie creada por David Benioff y D. B. Weiss sobre la base de 'Canción de Hielo y Fuego', la exitosa serie de novelas de George R.R. Martin. Nos aguardan seis episodios, los tres últimos con una duración cercana a la hora y media, con los que el canal HBO pondrá el broche de oro a una de sus producciones más exitosas, con una dimensión global y un impacto cultural sin precedentes. 

'Juego de Tronos' será recordada como la gran serie de culto de su época, en la línea de lo que 'Twin Peaks' supuso en los años 90 y 'Perdidos' en la entrada de siglo. Una serie con una enorme capacidad de convocatoria semana a semana, que estratégicamente ha jugado a envolver a la audiencia en una atmósfera de elevadas expectativas y a amplificar sus reacciones en los momentos de mayor clímax.  Durante ocho años ha perfeccionado el arte de demorar la gratificación, recompensando la espera con algunos de los giros inesperados más traumáticos y aplaudidos de la historia televisiva reciente.

El espectador prefiere disponer de acceso a todos los capítulos de una serie y verlos a su propio ritmo

Con ello no solo ha conseguido concentrar consumos de forma periódica y alargar la vida del producto. También ha logrado generar conversaciones más sostenidas en el tiempo y consolidar el fervor por la historia. Pero 'Juego de Tronos' también está destinada a convertirse en la última gran serie de televisión pensada (y tolerada) para su emisión y consumo semanal. 

Desde el año 2015 el sector audiovisual se halla inmerso en una eclosión de contenidos sin precedentes. Esta burbuja audiovisual ha sido propiciada, en gran medida, por los ya no tan nuevos agentes del 'streaming'. Disponer de un buen catálogo de contenidos, a ser posible original, se ha convertido en algo necesario ante una escena cada vez más saturada de competencia y en donde cada vez es más difícil contar con la fidelidad del usuario. La consecuencia directa de esta saturación de contenido seriado es la temida fragmentación de audiencias.

Como, además, los servicios de suscripción no necesitan cumplir las disciplinas de parrilla y no dependen del negocio publicitario, el estreno de temporadas se realiza, la mayoría de las veces, en bloque. Por este motivo la cadencia del consumo lo marca el propio usuario, que ha adoptado los maratones de contenido de estructura episódica (el famoso 'binge watching') como la nueva normalidad. De hecho, el consumo a distintas velocidades ha  sido el principal responsable de reducir a la mínima expresión las series vistas semanalmente. Los espectadores prefieren esperar al fin de la emisión para disponer de acceso a todos los capítulos y verlos a su propio ritmo. 

Digitalización y entretenimiento se hallan inmersos en una transformación mutua que ha afectado el negocio televisivo profundamente. En el caso de 'Juego de Tronos', el impacto de internet presenta distintas lecturas. Es cierto que la piratería se ha cebado con ella. Baste un dato: la séptima temporada de 'Juego de Tronos' fue pirateada más de 1.000 millones de veces. Pero la serie le debe gran parte de su desarrollo y popularidad, precisamente, a este tipo de consumo ilegal. Fueron en gran medida los 'sites' de 'torrents' los que permitieron capilarizar y globalizar el programa entre aquellas audiencias para las que el cable y la televisión de pago, las plataformas que en el recorrido de las primeras temporadas acapararon su explotación en pantalla, quedaban fuera de su órbita.

También ha permitido la ampliación de la audiencia.  Año tras año se han ido incorporando al fenómeno tronero nuevas masas de espectadores que se habían animado a comenzar la serie  impulsados por el fervor de los fans más devotos. Si a ello sumamos la espera que ha habido entre la anterior temporada y la que ahora está a punto de estrenarse, la madrugada del domingo coloca en la parrilla de salida a una comunidad de seguidores que no tendrá más remedio que consumir al ritmo que marcará HBO, si no quieren disgustos en un contexto digital y social plagado de 'spoilers'. 

El domingo de madrugada asistiremos al principio del fin de una forma de ver la televisión. Lo que durante años ha sido una experiencia comunitaria y compartida, se está convirtiendo en un acto cada vez más individual y solitario. Y necesariamente canalizará otro tipo de expresiones emocionales, menos concentradas, simultáneas y, sobre todo, menos viscerales.