ANÁLISIS

Old Trafford deja de ser un agujero negro

Luis Suárez celebra el gol del partido, que la UEFA ha acabado dando a Shaw en propia meta

Luis Suárez celebra el gol del partido, que la UEFA ha acabado dando a Shaw en propia meta / periodico

Albert Guasch

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El Barça se sobrepuso al agujero negro de Old Trafford, estadio con mística como pocos y que empuja sobremanera. Nunca antes había conseguido ganar y costó sudor y algo de sangre, como la de Messi, cuyo rostro agrietado por el golpe de Smalling reflejó que la ida no fue un suave paseo espacial. Hubo aterrizaje feliz y estos cuartos de final pintan tan bien (sic) como hace un año. Por suerte para los de Valverde, la vuelta esta vez es en el Camp Nou. No es poca diferencia. 

El Barça empezó reconociéndose, tocando y tocando, y terminó de igual manera tras unos cambios precisos de Valverde. Una vez más. Por en medio, el conjunto barcelonista se desorientó. Perdió el orden. Y sufrió un poco. Viene a mano lo que en alguna ocasión dijo el vociferante John Bercow, el speaker de la Cámara de los Comunes, sobre los momentos de descontrol de la sala que le toca gobernar. «El orden no es un hecho, es un proceso que requiere vigilancia constante». Palabras sabias.

Valverde vigila con ojo microscópico para no perder el empaque competitivo. De alguna manera, esa es una cualidad remarcable de su equipo. Combina periodos de brillo con otros en que prioriza ante todo el orden y la firmeza estructural. No se tolera a sí mismo mostrarse frágil. Nunca. Ni en los minutos menos fluidos.

El Manchester United constató que no es un equipo tan entero ni refinado. Ha recuperado la calma emocional tras la partida de Mourinho y la confianza en atacar. Se suele abrir paso a empujones, a codazos si es preciso, fútbol de oleadas. La pausa no le conviene, como sí la necesita el Barça. Y fue a base de sacudir la manta y correr al galope como generó situaciones de peligro. Sin llegar a rematar, por eso.

Solskjaer empezó, de hecho, como Mourinho, atrincherado atrás, y a medida que avanzó el partido su equipo se asemejó más a los de Ferguson. Le faltó el gol postrero que acostumbraban a marcarse en la era del venerado escocés. Eran otros tiempos.

Semigol de Suárez

El gol lo tuvo el Barça. No lo marcó Luis Suárez. Lo pareció, pero no fue así. No se deshizo del pedrusco que le pesa en la mochila desde septiembre del 2015. Se lo negó primero el línier, a quien el VAR le contradijo. El uruguayo levantó el puño en celebración, pero la voz superior, la misma UEFA, atribuyó al hombro de Shaw el tanto. 

Se lamentará, porque eso significa que la tabarra sobre su ausencia de goles a domicilio que le damos con cada desplazamiento europeo proseguirá. Y porque Suárez se vació para merecer el azucarillo del gol, alimento que da vida a tipos de su especie. Será, hasta que la memoria nos falle, un semigol suyo. 

Nada está decidido, subrayó algún jugador del United tras el partido, motivados e inspirados por la gesta de París en octavos. El aviso que no necesitan los azulgranas. Han estado antes en un agujero negro.