Opinión | Editorial

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Una encrucijada de caminos

Estas elecciones ponen a los electores ante dos modelos, con peligros muy reales de retroceso social y ruptura de la convivencia

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Empieza una campaña electoral de gran trascendencia para el futuro de España. Puede que se trate, por muchos motivos, de los comicios más importantes en lo que llevamos de siglo XXI. No solamente se dirime una mayoría parlamentaria sino que se plantean dilemas decisivos , en unos momentos especialmente delicados. Con la situación en Catalunya y el juicio a los líderes independentistas acaparando el primer plano, aunque a la sombra del ‘procés’ discurran retos no menos decisivos para el futuro. Las opciones que se tomen en estas elecciones decidirán que se dé respuesta a otras crisis presentes o latentes o se actúe ante ellas con irresponsabilidad incendiaria.

Sin atisbarse ninguna mayoría ni cómoda ni segura, las encuestas coinciden en pronosticar un aumento notable del voto al PSOE y la consolidación de un espacio de izquierdas que, para gobernar, estará a expensas del resultado de Unidas Podemos y del grado de colaboración que sea posible establecer con los partidos  nacionalistas. Parecería, y sería una buena noticia, que una porción mayoritaria del electorado ha decidido premiar las opciones que ofrecen estabilidad y desescalar los conflictos abiertos en lugar de abrir todas las cajas de los truenos. A lo mismo apuntan los pronósticos sobre el resultado en Catalunya, en los que se refrendará la vía posibilista de ERC o la ruta de confrontación dictada desde Waterloo, además ponerse a prueba el peso electoral del independentismo en conjunto y el ‘efecto Sánchez’ en los resultados de las izquierdas no independentistas.

Pero no puede darse por sentado que los resultados más lógicos y previsibles sean los que se confirmen el 28-A. La gran cantidad de ciudadanos que aseguran no tener decidido su voto hace que todo esté por decidir. La sorprendente y no sabemos si irreversible renuncia de Cs a la condición de partido bisagra para ceñirse a una alternativa de derechas que, por mucho que lo niegue, por fuerza debería contar con la colaboración necesaria de la ultraderecha Vox, y la radicalización del discurso del PP de Casado, en plena competencia con Abascal por el voto de los nostálgicos de un liderazgo autoritario, pone a todos los electores ante una seria disyuntiva. Frente a modelos incompatibles, un escenario en el que gravísimos retrocesos sociales y una ruptura definitiva de la convivencia son peligros muy reales ante los que es inconcebible cualquier relajación.