La clave
Todo está por decidir
El efecto lisérgico de los sondeos sobre la izquierda y la hiperventilación de la tríada PP-Cs-Vox son compatibles con un vuelco electoral a la derecha
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
Enric Hernàndez
Todo empezó con la desregulación financiera internacional, que abrió la puerta a los abusos del capitalismo salvaje. Hizo el 'crack' del 2008 que a la globalización de rostro humano se le cayera la careta y se desmoronase la ficción de que las democracias domeñaban al mercado y garantizaban el progreso social. Del desengaño popular se nutrieron los populismos, dispares en lo ideológico, asimilables en lo metodológico. Unos escorados a la izquierda, ansiando reconquistar el sistema para regenerarlo. Otros, entre la derecha extrema y el fascismo, con unas clases populares embaucadas por las élites que ambicionan detentar el poder sin cortapisas democráticas.
Como relata Francis Fukuyama en 'Identidad' (Deusto), los populismos nacionalistas surgen del empobrecimiento, pero la suya no es una exigencia materialista sino de reconocimiento colectivo: de clase, identitario, étnico en ocasiones... de soberanía, en suma. De ahí que la reactivación económica no alcance para combatir las demandas de dignidad cebadas por el resentimiento.
Se libra así una guerra entre los derechos sociales y los identitarios, con el entero planeta como campo de batalla. Los EEUU de Trump. El Reino Unido del 'brexit'. El Brasil de Bolsonaro. La Italia de Salvini. La Catalunya del 'procés'. Y la España del 28-A, que se juega más de lo que intuye.
Sondeos falibles
La monótona nana demoscópica susurra una cómoda victoria de Pedro Sánchez y amenaza con adormecer a un cuerpo electoral que ya debiera estar desperezándose. Y eso que al menos tres datos acreditan la falibilidad de los sondeos. Primero, el récord de indecisos a dos semanas de los comicios: en torno al 40%. Segundo: el nulo recuerdo de voto de un sospechoso 60% de los encuestados, según el GESOP. Y tercero: el margen típico de error de los sondeos, el 3%, perfectamente compatible con un vuelco electoral en favor de las derechas.
Mientras PP y Ciudadanos hiperventilan ante la vociferante amenaza de Vox, el votante de la izquierda remolonea por el efecto lisérgico de los sondeos y la astenia de Podemos. Todo es posible, todo está por decidir.
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