Al contraataque
Elecciones en un país cansado
Un candidato que alienta la aspiración posibilista de mucha gente de la calle que desea una distensión parte con ventaja sobre los que azuzan discordias
Antonio Franco
Periodista
Antonio Franco
La campaña electoral me parece que tiene un trasfondo esencialmente diferente a las anteriores. Los sondeos hasta ahora favorecen a Pedro Sánchez y el PSOE, pero creo que por una vez en la opinión pública española no pesa tanto la tradicional bipolaridad derecha-izquierda como una aspiración posibilista de mucha gente de la calle que desea una distensión. Más allá de su bandera, Pedro Sánchez parece querer resolver o por lo menos aminorar los problemas, mientras Pablo Casado y en menor medida Albert Rivera sonríen complacidos anunciándonos más tranca y más conflicto civil. Y por mucho que esta pareja sople clarines del miedo las encuestas retratan más bien un país muy cansado de estridencias y deseoso de regresar a una mínima normalidad. Harto, diría, de que le azucen.
La propuesta de Sánchez parece conducir a una etapa de cierta tregua haciendo política en vez de pegar continuos puñetazos sobre la mesa. A gobernar, a legislar sobre las mil cosas que están insuficientemente reflejadas en las leyes actuales, a fijar líneas rojas con el menor sectarismo posible. No parece un mesías. Un presidente que nos parece a casi todos muy circunstancial, con muchos discrepantes en su propio bando y abominado a muerte por los de enfrente, tal vez tenga posibilidades de no creerse una poderosa esfinge de mármol enviada desde el cielo para estar por encima del bien y del mal.
Sé que este análisis va contra corriente. Sé que la apariencia es que con el regreso de la extrema derecha a las instituciones algunos conciben estas legislativas como una cruzada para recuperar posiciones pseudofranquistas, mientras otros las quieren ver como un nuevo No Pasarán. Pero eso está más instalado entre quienes desean mandar y tener cargos y sueldos públicos que en el personal de la calle. Yo creo más en esa amplia franja de nuestra opinión pública que ha demostrado valorar y querer las libertades y la convivencia que en esos candidatos que llevan meses lanzando mensajes mentirosos. Sánchez no es un terrorista, no tiene nada en común ni con los etarras ni con los separatistas. La gente no es tonta: sabe que encabezó un golpe de mano contra la corrupción generalizada del PP que encarnaba Rajoy y que se aprovechó de compañías que a él mismo le parecían inconvenientes para intentar gobernar, pero no para traicionar al país.
Por mil veces que repitan Casado y Rivera que el líder del PSOE se comprometió a pagar a los soberanistas catalanes y a los nacionalistas vascos hemos visto que no era así, y al final ha tenido que convocar estas elecciones para no transigir ante ellos. Los únicos que han exhibido tragaderas inaceptables son los del vergonzante pacto andaluz. Gritan mucho para desconcertarnos y que olvidemos lo que le hemos visto hacer.
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