Por favor y gracias
Algunas personas piensan que todo les es debido, que se lo merecen, cuando es justo lo contrario
Milena Busquets
Escritora
Milena Busquets
Pasé gran parte de mi infancia escuchando dos frases y he pasado gran parte de mi vida adulta repitiéndoselas a mis hijos. Son: “¿Cómo se pide?” y “¿Qué se dice?” Por si alguien no lo sabe, la respuesta a la primera es “por favor” y la respuesta a la segunda, “gracias”.
Utilizo muchas otras frases de madre pesada: “ponte las zapatillas”, “ven a cenar” o “recoge tu ropa”, por ejemplo. Tengo la sensación de que casi todo lo que les digo a mis hijos ya se lo he dicho un trillón de veces antes y en todos los tonos posibles: amable, animoso, autoritario, jocoso, apremiante, pasota, dulce, despreocupado, agotado, suplicante. Algunas entonaciones funcionan mejor que otras, algunas van acompañadas de un beso y otras (muy pocas) de un rugido. Ser madre no es precisamente un ejercicio de sutileza, o no siempre.
Pedir las cosas por favor y dar las gracias son cosas importantes, no son asuntos de mera cortesía (y de todos modos la cortesía en sí misma también es importante para la convivencia). Entonces ¿por qué hay tantos adultos que no piden las cosas por favor? ¿Por qué tantas personas no dan nunca las gracias?
Uno, por ejemplo, abre la puerta para que pase alguien y la persona pasa sin decir una palabra, sin dirigir siquiera una mirada al pobre que está sujetando la puerta. En los bares y en las cafeterías poca gente añade el “por favor” al final de la frase cuando piden algo a un camarero. No se agradecen las invitaciones a cenar (hace unos años, no tantos, al día siguiente de una cena, mandabas una nota o llamabas por teléfono para dar las gracias), no se agradece el envío de libros (después de todo eres escritor, ¿qué otra cosa vas a hacer que regalar libros?), no se agradecen los favores (porque en cuanto se repiten un par de veces pasan a considerarse obligaciones), no se dan las gracias por nada.
Los niños, que no tienen nada que agradecer, se pasan el día dando las gracias y en cambio los adultos, que deberían darlas por todo, dejan de hacerlo.
Es cierto que estamos todos muy ocupados y que a menudo nos despistamos, pero creo que hay una razón más profunda: algunas personas piensan que todo les es debido, que todo debería ser para ellos, que se lo merecen. Cuando es justo lo contrario: nada nos es debido, nadie tiene la 'obligación' de hacer nada por nadie. Todo es bastante excepcional (que alguien en un momento dado esté dispuesto a ser amable y generoso) y casual (que él sea el camarero y tú el cliente).
En el otro extremo del por favor y gracias está el “votad, cabrones” de Pablo Iglesias. Pocas ganas teníamos ya de votar para que encima nos llamen cabrones. En fin. Gracias por leerme. Que tengan un buen día.
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