El glamur de los garrulos

Yo también me lo he pasado de miedo con 'The dirt', la película sobre los mostrencos de Mötley Crüe

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Ramón de España

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Llevo días cruzándome con amigos que se lo han pasado pipa con 'The dirt' ('La mugre'), la biografía audiovisual de uno de los grupos de rock más ridículos de todos los tiempos, Mötley Crüe, que disfrutó durante los años 90 del pasado siglo de un éxito que algunos nunca llegamos a entender muy bien. Yo también me lo he pasado de miedo con 'The dirt': si Orson Welles y Alfred Hitchcock sacaban petróleo de novelas de quiosco, el creador del programa de televisión 'Jackass' (y director de todos los largometrajes derivados), Jeff Tremayne, ha sabido extraer pepitas de oro de cuatro pedruscos resecos, hasta conseguir un producto a la altura de la mítica 'This is spinal tap', de Ron Howard. Y eso es muy meritorio porque, a fin de cuentas, 'This is Spinal Tap' era una ficción sobre una banda imaginaria de heavy metal cuyos miembros eran más tontos que Abundio, mientras que en 'The dirt' todo es real.

Mötley Crüe se hizo de oro inventando un subgénero que podríamos denominar glam metal. La música era del modelo Black Sabbath -su ídolo, Ozzy Osbourne, aparece en la película haciendo el ganso, para variar-, pero la imagen era una versión descacharrante del glam rock de los años 70. Rock durísimo interpretado por cuatro garrulos heterosexuales vestidos y pintados como furcias, una mezcla imposible de Deep Purple y los New York Dolls, aunque sin el talento ni de unos ni de otros. 'The dirt' nos muestra las andanzas de cuatro mostrencos de Los Ángeles devotos del sexo, el alcohol y las drogas, con una obsesión compartida por las 'strippers' y las actrices de medio pelo (recordemos que el baterista, Tommy Lee, no contento con casarse con Heather Locklear, luego mantuvo un largo romance con Pamela Anderson, la amiga de Julian Assange y Toni Comín).

El logro de la película es hacernos empatizar con unos tipos a los que no trataríamos jamás en la vida real: la triste infancia de Nikki Six, abandonado por su padre y con una madre casquivana que se traía a casa lo peor del género masculino; la enfermedad degenerativa de Mick Mars, un tipo que ya tenía una edad cuando se creó el grupo; la adolescencia eterna de Vince Neil, quien, conduciendo borracho, se cargó a su copiloto, el cantante del grupo británico Hanoi Rocks… Jeff Tremayne ha demostrado que se pueden hacer buenas películas con un material de derribo. ¡Enhorabuena, muchacho!

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