El (sin) sentido (cada vez más) común

Una nueva alianza política ultraderechista se afinaza en Europa

Los líderes de la ultraderecha europea.

Los líderes de la ultraderecha europea. / periodico

Sonia Andolz

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Una nueva alianza política se afianza en Europa. Se encuentran en Milán líderes europeos de ultraderecha con el objetivo de ganar fuerza en las próximas elecciones europeas. Apelan al "sentido común" de los ciudadanos para aupar su subida, dando a entender que lo racional es dar un giro y retroceder en materia de derechos fundamentales, políticos, civiles, en igualdad y varios principios más que son pilares en las sociedades democráticas.

Y lo dicen con total tranquilidad como si no lo hiciesen sobre la tierra que hace poco más de 70 años vio el horror del totalitarismo. Apoyar políticas de ultraderecha es una posición inhumana, egoísta y cruel en cualquier lugar del mundo. Hacerlo en la Europa que vivió el nazismo y el fascismo es un insulto a todos y a la memoria sobre la que nos hemos construido.

Salvini (Italia), Meuthen (Alemania), Kotro (Finlandia) y Vistisen (Dinamarca) se reúnen en Milán para lanzar su alianza electoral. Cuatro hombres, blancos y – suponemos, dados sus discursos – heterosexuales. Representan a minorías dentro de la población europea pero ¡oh, sí!, minorías con poder. Y ahí reside su discurso, en el miedo a perder ese poder y a compartirlo con otros colectivos. El miedo a tener que cambiar, adaptarse, renovarse. El miedo a que los privilegios que una vez tuvieron – tienen – desaparezcan como tales y tengan que acceder a ellos a través del esfuerzo, de la libre competición con los demás.

No nos equivoquemos: el abanico político va de derecha a izquierda o viceversa. Hay posiciones radicales, como la extrema izquierda, que no pretende eliminar ni violar los derechos fundamentales de nadie y, finalmente, está la extrema derecha, fuera del arco democrático y que persigue la limitación de esos derechos fundamentales en función del colectivo al que se pertenece. Pretende decidir el grado de derechos y garantías al que se tiene acceso según las etiquetas que nos pongan a cada uno.

Mujer, gay, inmigrante, rojo, discapacitado, atea. Sí, también hay personas de esos colectivos que apoyan a la ultraderecha. Nadie ha dicho que sus líderes sean tontos o no sepan convencer. Pero su discurso y estrategia se basa en encasillar a las personas en grupos y concederles o quitarles derechos en función de eso. Derechos básicos y fundamentales, líneas rojas que creíamos superadas y arrinconadas y que, de repente, tenemos de nuevo enfrente.

Para la Unión Europea el conflicto es profundo: ¿qué prevalece, la libertad de opinión, la pluralidad, el acceso a la representación política o por el contrario ponemos límites y dejamos fuera del arco parlamentario a estas opciones? No tengo una respuesta. Es un debate complejo que debemos hacer entre todos. Ahora bien, mientras tanto, a la ultraderecha se la combate rebatiendo sus argumentos, no dándole altavoz y no aceptando su agenda, su vocabulario, su discurso. Ni un espacio público para quienes defienden posiciones discriminatorias, totalitarias y retrógradas. Ni un paso atrás.