Opinión | Editorial

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'Superilles' realistas pero a destiempo

Las nuevas iniciativas aprovechan las conclusiones, positivas y negativas, de las experiencias de los últimos tres años

El tramo de la calle Almogàvers afectado por la 'superilla'.

El tramo de la calle Almogàvers afectado por la 'superilla'. / JORDI COTRINA

El Gobierno municipal de Ada Colau ha puesto calendario a las tres nuevas ‘superilles’ en Barcelona: ya definidas, finalizada la primera fase de debate ciudadano, deberían ir superando pasos para concretarlas a principios del 2020. Aunque a menos de dos meses de las elecciones municipales, cualquier plan, a no ser que haya sido objeto de un pacto transversal sincero y detallado con el resto de fuerzas políticas, no merece el calificativo de proyecto, sino de propuesta integrante de un programa electoral sometido a la opinión del ciudadano, que debería partir más bien desde una candidatura que desde la Administración.

Más allá de la circunstancia preelectoral, el modelo presentado tiene aspectos interesantes. A diferencia de la ‘superilla’ puesta en marcha en Poblenou en el 2016, en las sucesivas (Sant Antoni, Les Corts, Horta y Santsse renunció al modelo inicial de cerrar al tráfico grandes bloques de nueve manzanas y se optó por una intervención menos rotunda (una versión actualizada de las peatonalizaciones aplicadas anteriormente en  Ciutat Vella, Gràcia o vías como Enric Granados) sin renunciar a los aspectos centrales: reducción del tráfico interponiendo itinerarios disuasorios y reconquista de espacio público para el vecino. A las nuevas ‘superilles’ quizá les vaya grande el prefijo ‘super’, pero suponen un ejercicio de realismo y adaptación a las conclusiones, positivas y negativas, de las primeras experiencias iniciadas ruidosamente hace ya más de tres años.