Dos miradas

Terror y piedad

He pensado en el relato 'La última noche', de James Salter, al oír la voz oxidada, proveniente de la profundidad del dolor, de María José Carrasco: "Cuanto antes mejor"

Ángel Hernández, con su esposa María José Carrasco.

Ángel Hernández, con su esposa María José Carrasco. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Hay un cuento corto de James Salter -'La última noche'- que es un prodigio de concisión, terror y piedad. Cuenta la historia de Walter Such. Su mujer es una enferma de cáncer, terminal, y juntos deciden que él le inyectará una sustancia que la matará. "Es lo mejor que se puede hacer", dice ella. Antes, han ido a cenar con una amiga y han bebido, los tres, dos botellas de un vino que vale 575 dólares. Es una especie de celebración, triste, una vigilia acordada sobre la que se cierne el fantasma de la muerte inminente. En casa, ella sube a la habitación mientras él aún se debate contra la acción que está a punto de cometer: "Walter pensaba en una manera para no tener que continuar". En una soledad aterradora, sube a la habitación e inicia el ritual, medio aturdido por el peso de la decisión fatal. Cuando la pincha y el líquido empieza a hacer efecto, ella le dice: "Cuídate". Walter experimenta "alivio y tristeza". La ha deslizado, "como en un funeral marítimo, bajo el flujo del tiempo".

He pensado en el relato al oír la voz oxidada, proveniente de la profundidad del dolor, de María José Carrasco: "Cuanto antes mejor". Dibuja una sonrisa escasa cuando Ángel Fernández le dice: "Lo que tanto deseabas". Esta sonrisa es demoledora, poco antes de chupar el pentobarbital sódico. El relato de Salter tiene un final abrupto, pero eso es otra historia. Léanlo, que ahora no toca explicar el secreto que esconde.