Análisis

Un año de parálisis en Córcega

Los dirigentes nacionalistas se niegan a entrevistarse con el presidente Macron y a recibir a la ministra encargada de la isla en protesta por lo que entienden un déficit de democracia

macron rn córcega

macron rn córcega / periodico

José A. Sorolla

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Como colofón al 'gran debate nacional" que se inició el 15 de enero para neutralizar la revuelta de los ‘chalecos amarillos’, Emmanuel Macron visitó este jueves Córcega por segunda vez en su mandato. El debate tenía que acusar necesariamente la situación especial que vive la isla. Ni el presidente del Gobierno regional, Gilles Simeoni (autonomista), ni el de la Asamblea, Jean-Guy Talamoni (independentista), asistieron al acto celebrado cerca de la capital, Ajaccio. Los nacionalistas, que han declarado a Macron persona non grata, le prepararon un recibimiento de protesta simbólico y pacífico (banderas corsas en balcones y comercios) denominado ‘isla muerta’, pero destinado a denunciar con vigor el  estancamiento de las relaciones entre París y Ajaccio en el año trascurrido desde que los dos departamentos corsos se unificaron en una sola región.

En este año, Córcega se ha convertido en otra de las expectativas fallidas del mandato de Macron. Los dirigentes nacionalistas se niegan a entrevistarse con el presidente y a recibir a la ministra encargada de Córcega en sus visitas a la isla en protesta por lo que entienden un déficit de democracia. Como suele ocurrir en los conflictos de este tipo, se ha instalado una lógica de incomunicación y desconfianza que paraliza cualquier avance. Si el Estado se preocupa más por la isla e invierte en proyectos, lo que ha ocurrido, para los nacionalistas siempre será insuficiente, cuando no interpretan ese esfuerzo de París como una invasión de competencias para ganar presencia e imponer su visión centralista y jacobina. Los nacionalistas, sin embargo, son también responsables de la parálisis. Al margen de sus divergencias (Talamoni presiona a Simeoni para un mayor enfrentamiento con el Estado), han sido incapaces de organizar una Administración eficaz que unifique las funciones antes repartidas en los dos departamentos fusionados.

Estatuto de residente

Las tres reivindicaciones básicas del nacionalismo corso están empantanadas. Macron rechaza la oficialidad del corso y el bilingüismo (solo concede su enseñanza de 4 a 6 horas semanales en secundaria) y se niega a aceptar el estatuto de residente (fórmula con la que los nacionalistas quieren frenar la especulación inmobiliaria prohibiendo adquirir segundas residencias si no se llevan cinco años viviendo en la isla). La mención de la “singularidad” corsa en la Constitución está paralizada, como toda la reforma constitucional, pero tampoco hay acuerdo: los nacionalistas quieren introducirla en un artículo del que podría derivarse un futuro estatuto de autonomía mientras Macron pretende hacerlo en otro que no menciona autonomía alguna. Por supuesto, la quiebra de la “República indivisible” no la plantean ni los nacionalistas.

En este contexto, han reaparecido las bombas no reivindicadas, pero relacionadas con las reivindicaciones mencionadas. En marzo, hubo explosiones en una decena de segundas residencias y el lunes pasado fueron desactivados dos artefactos en locales oficiales. El terrorismo en Córcega siempre ha sido una mezcla de nacionalismo y clanes mafiosos.