Al contrataque

La manta corta

La técnica del Govern de jugar, exhibida con las pancartas del balcón de Palau, aplicada a las cosas de comer provoca hambre

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Antonio Franco

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El llamémosle pobre vicepresidente de la Generalitat Pere Aragonès ha pasado una mala semana atrapado por el problema de las mantas cortas, aquellas que si tapan el pecho dejan al descubierto los pies. Intenta distribuir el dinero de una institución que ha carecido de habilidad política para conseguir que se aprobasen sus <strong>presupuestos</strong> y trabaja para cuadrar los gastos imprescindibles con los ingresos insuficientes a base de conseguir suplementos de créditos y decidir ajustes no deseados en partidas que no los ciudadanos no merecen que vayan a recortarse.

El máximo responsable de la economía autonómica vive rodeado de soberanistas compañeros de partido y socios de coalición que desde las diversas instituciones públicas y también desde sus bolsillos privados -hay muchos sueldos en danza- le compadecen pero al mismo tiempo le aprietan para que no aplique la tijera a lo concretamente suyo. Es el caso del Parlament, que pide que les llegue el dinero que los diputados autoasignaron a la institución (un incremento de 7,5 millones de euros sobre los 53,5 anteriores). Aragonès , que no puede atender obligaciones dinerarias relacionadas con la atención a la infancia, la discapacidad o el cuidado de la gente mayor, se resiste. Probablemente considera menos dañino no atender al pie de la letra a sus señorías que a esas urgencias perentorias.

A veces parece que la política son cosas abstractas y grandilocuentes (y lo parece de forma especial cuando nos castigan con su presencia tipos dedicados preferentemente a eso y a la simbología). Pero en realidad debería ser ante todo maniobrar para evitar que crezcan, como pasa en Catalunya, las listas de espera , los colegiales mal atendidos, la falta de impulso económico colectivo o la marginalización creada por la desigualdad. E intentar atender a quienes este año han participado en justificadas protestas callejeras contra sus precariedades, como los mossosmédicosenseñantes y bomberos.

Hacer política. Eso es lo que el Govern le pedía a Mariano Rajoy, y ahora a Pedro Sánchez, para los problemas Catalunya/España, pero no es precisamente lo que se hace muchas veces desde el Palau. Carles Puigdemont y Quim Torra no encajaron sus aspiraciones con sus necesidades, no negociaron con eficacia -cediendo y estirando- apoyos para aprobar sus propios presupuestos. En parte porque antes, torpedearon sin razón objetiva los Presupuestos de España y renunciaron voluntariamente a la seriedad y a dinero que se necesitaba, no era para ellos sino para Catalunya. Esos fondos ahora aliviarían muchos de los problemas de la manta corta de Aragonès, empequeñecida por sus propios correligionarios. La técnica de mucho jugar, exhibida con las pancartas del balcón de la Generalitat, aplicada a las cosas de comer provoca hambre, aunque no sea hambre personal suya.