Dos miradas

Caos y armonía

Hay un tipo de atracción fatal, enigmática, inquietante, en las piezas de la exposición de Max Beckmann en CaixaForum

Exposicion    Max Beckmann

Exposicion Max Beckmann / periodico

Josep Maria Fonalleras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hay unas cuantas piezas memorables, en la exposición de Max Beckmann en CaixaForum. El delicado retrato de Quappi, su mujer, con un suéter rosa, fumando. O el tríptico de los argonautas, con aquellos marineros desnudos y la escalera por donde sube un atlante deformado. O el hombre que cae, que tiene ecos del Ícaro de Brueghel, con el mar de fondo. Tiene razón Tomàs Llorens cuando dice que la pintura de Beckmann es "dura, innovadora, excitante, al tiempo dramática y terrible". Y que, respondiendo al espíritu de la época (el 'zeigeist'), se aleja de todas las corrientes para conformar un corpus singular.

Hay un tipo de atracción fatal, enigmática, inquietante, que tiene que ver con dos aspectos de su pintura que me ayuda a ver un amigo artista, Marc Vicens. Uno, es la desproporción de las formas. Precisa y controlada, para que no parezca una caricatura; y bastante exagerada en la distorsión, para que se aleje del realismo. Pies algo demasiado grandes o manos un poco demasiado estilizadas, en combinación con unos cuerpos que se debaten entre la armonía y el caos. Y luego, aquella acumulación barroca en un universo claustrofóbico, como ocurre con los jugadores de rugby (un tipo de descendimiento de la cruz, a la de Rubens), como si los personajes o los bodegones incrustados en un marco quisieran huir y hubieran de conformarse con la asfixia. "Hacer visible lo invisible por medio de la realidad". Lo dice el mismo Beckmann: "El misterio esencial del ser".