Vientos de desaceleración global

¿Crisis? ¿Qué crisis?

La frenada de nuestra economía es evidente, pero aguanta razonablemente pese al deterioro parcial del frente exterior por la reducción del crecimiento de las exportaciones

opinion  ilustracion de leonard  beard

opinion ilustracion de leonard beard / periodico

Josep Oliver Alonso

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A medida que se van conociendo nuevos datos de la situación económica se hace más evidente que, cuando menos en la eurozona, se ha operado un cambio relevante. De hecho, y aunque Alemania no ha caído en recesión, su frenazo ha sido tan súbito e intenso que ha arrastrado al conjunto de un área en la que Italia coquetea desde hace tiempo con caídas del PIB y Francia mantiene el tipo a duras penas. En este contexto, ¿qué hay de España? ¿Qué cabe esperar para los próximos años? ¿Son ciertos los avisos que nos dirigimos a una nueva y severa crisis? Para responder adecuadamente a estas preguntas, consideren los siguientes puntos.

Primero, no comparto la catastrófica visión de ciertos sectores del independentismo sobre nuestro futuro. Su argumento parte de constatar que, desde el pasado 1 de enero, el BCE ha dejado de comprar deuda pública. Lo cual es cierto. Pero de ahí no se deriva en absoluto que España haya de caer en la insolvencia. Los vientos no van por ahí, como lo muestra la caída de la prima de riesgo de nuestra deuda pública por debajo de los 100 puntos básicos, lejos de los más de 250 de Italia. Y que no soplan en esta dirección, a pesar del avance de la deuda pública ahora en el 97% del PIB, lo confirma la notable reducción del endeudamiento exterior, desde el 100% del PIB en el 2014 al 77% en el 2018. Ello recoge lo que ya es un hito histórico: siete años consecutivos de superávit con el resto del mundo. ¡Lo nunca visto! Y el mismo proceso de desapalancamiento se ha operado en el sector privado (familias y empresas), donde su deuda ha caído del 220% al 155% del PIB.

Las políticas monetarias

Segundo, a pesar de lo anterior, <strong>la frenada de la economía española </strong>es evidente. Las previsiones del Banco de España, la OCDE, la Comisión Europea o el FMI apuntan a que pasaremos de los aumentos del PIB del 2018, en el entorno del 2,5%, a avances menores para 2019-21 ubicados entre el 2,2% y el 1,7%, reduciendo el avance del empleo a registros entre los 400 y los 350.000 por año los próximos ejercicios.

La prima de riesgo de la deuda pública ha caído por debajo de los 100 puntos básicos, lejos de los más de 250
de Italia

Tercero, este perfil español refleja problemas de la economía mundial. En particular, la caída del comercio y sus repercusiones en la industria alemana y, por extensión, en la nuestra. Pero no solo en Europa cuecen habas. En EEUU, las previsiones para el primer trimestre no son halagüeñas, a pesar de que su mercado de trabajo, como el de Alemania, está en plena ocupación. Por ello no ha de extrañar que se hayan suavizado, más aún, las políticas monetarias bien posponiendo nuevas alzas de tipos de interés (la Fed), bien retrasándolas para finales de año como mínimo (el BCE).

Cuarto, el mayor crecimiento de España no es casual. El choque en el frente exterior (reducción del crecimiento de las exportaciones) ha sido sustituido por la demanda interna, impulsada por el consumo privado (apalancado en el aumento de empleo y la reducción del ahorro), el público y la inversión en construcción, aunque la inversión productiva comienza a debilitarse. Para 2019, las relativamente favorables expectativas de nuestra economía reflejan el impacto de los aumentos de competitividad, la mejora de la situación financiera de familias y empresas, el tono acomodaticio de la política del BCE y una ligera expansión fiscal. Más allá, en el horizonte de 2021, el mantenimiento de esta fase de crecimiento aunque a tasas menores se explica por el agotamiento de las ganancias de competitividad, menor expansión monetaria y fiscal y recuperación del ahorro familiar.

Finalmente, es cierto que una crisis podría tener lugar. Argumentos para generar desestabilización haberlos, haylos: desde el 'hard brexit' a la guerra comercial de China con EEUU, o desde el excesivo endeudamiento de las empresas americanas al estallido de burbujas (en bolsa, bonos, divisas o mercado inmobiliario) provocadas por la expansión monetaria de ambos lados del Atlántico. Pero, como siempre en los asuntos humanos, todo es cuestión de probabilidades. Y aunque los riesgos están sesgados hacia un cierto empeoramiento global, nuestra economía aguanta razonablemente pese al deterioro parcial del frente exterior.

Es conocido que James Callaghan, primer ministro laborista británico en 1978, respondió a la prensa al descender del avión que le traía de las Bahamas con aquello de "'¿Crisis? ¿What crisis?'", una declaración que precedió al estallido del famoso invierno del descontento. Aquí y ahora, y sin que sirva de precedente, a los sectores independentistas partidarios del 'cuanto peor, mejor' quizá se les podría hacer la misma pregunta.